lunes, 30 de junio de 2008

VUELTA A LO MISMO

Cuando al principio de los años 90 las imágenes prohibidas estaban codificadas por la señal de Canal + y se decía que reflejada la imagen en el cristal de la ventana se apreciaban perfectamente las formas, Leticia Savater parecía una actriz porno a las claras del día. Eran otros tiempos, sin duda. Había quien confesaba que se había estimulado, confirmadas sus sospechas en el periódico del día siguiente, con un combate de boxeo o con la primera película de Isabel Pantoja, Yo soy ésa. Hoy, un niño de 15 años habla cotidianamente de su suegra, de su novia, y de la madre que le parió, si hace falta, para no aportar más datos chuscos, que todos ustedes ya conocen. No había muchas más salidas para nuestra quinceañera generación: a la falta de niñas en el colegio se unió el catastrófico hecho de que en el instituto ellas casi nos parecían bichos raros, ya que nunca supimos cómo acercarnos, debido al poco trato; no aprovechamos bien las múltiples maravillas de aquel video comunitario (tan pronto vino como se fue); ni siquiera alguna revistilla picantota medio en condiciones (las del hermano de Javi suponían una interesante colección, pero el hecho de que Germán, sí, Germán, manifestara que sus páginas estaban pegajosas, pues como que no). Así que, y solamente con el sol en todo lo alto, lo de la rubia televisiva a media mañana era lo único pseudo erótico que satisfacía a los jóvenes de esa época oscura y ardiente. Mirando las cosas con cierta objetividad, no resulta muy creíble que aquella rubia de bote hiciera carrera a las doce de la mañana enseñando la mercancía, con un vestido apretado un día sí y otro también, y un escote que le llegaba al ombligo siendo entresemana. Pero su programa, que pasó de las primeras horas a la sobremesa infantil, acumuló incluso premios por qué sé yo de atención especial a la infancia. He escuchado hoy que vuelve por sus fueros, ésta vez en una televisión de índole autonómica (ya adelanto que no se trata de Andalucía, por mucho que cupiera haciéndose un hueco entre María del Monte y Arrayán). Rememorando viejas imágenes, bien que podría aparecer en un body, haciendo gimnasia matutina: a cuatro patas, o la espalda contra el suelo y abriendo las piernas en la vertical todo lo que se puede. Increíble, de verdad. Lo peor de todo, y quizás ni siquiera ella es capaz de darse cuenta, es que no tendrá, sin lugar a dudas, una mínima oportunidad de volver a primera línea de combate. Por mucho que sea capaz de mirarte a la cara y vigilar la moto aparcada en la acera de enfrente, ya está la adolescencia muy picardeada como para caer en sus redes. Digo yo.

domingo, 29 de junio de 2008

YA QUEDA MENOS


“¿Cuántas cosas te han regalado, Fae?” No es habitual que la organización de una carrera popular agasaje con tantos parabienes a los participantes. Hasta tres bolsas con todo tipo de regalos han supuesto ese pequeño reconocimiento a los más de 600 medio locos que se han dado este pasado sábado varias vueltas por el pueblo: diez kilómetros de nada, bajo unas temperaturas aplastantes, mínimo viento y humedad por las nubes. A pesar de ello, poco importa lo que contienen las bolsas, más interesa que se preocupen por uno llegada a la meta, o las atenciones necesarias a mitad del camino (agua suficiente, calles cortadas y el itinerario marcado sin problemas de orientación). Y no es asunto secundario. En la Media de La Cartuja de este año, no hubo ni media naranja en los 21 kilómetros del ala. En la Popular de Casco Antiguo, me dejé medio muslo con un pivote de hierro forjado: venía un coche de frente, cuando íbamos ciegos a 500 metros de la meta. La II Nocturna de Dos Hermanas, que ha organizado el Club de Atletismo Orippo con un notable éxito, ha sido seguida, y es de lo más destacable, por una gran cantidad de personas en cada acera, esquina, o balcones al fresquito. “Vamos, Gabri, vamos Gabri”, gritaban a un compañero de viaje mientras que Álex, quién si no, se volvía y decía con su gracejo habitual: “¡Illo, que yo también soy del pueblo…! Sin embargo, en mi caso ha sido una carrera agridulce. Mientras que me sabía débil por la época del año y unas ligeras molestias en el bíceps femoral de la pierna izquierda (dónde si no), he intentado sacar las fuerzas suficientes para sacar provecho a tanto entrenamiento durante las últimas semanas. Ya que se corre en el pueblo, pues vaya, hacerlo con una mínima aportación personal. La salida tranquila. En cualquier cita de este tipo hay que tener mucho cuidado hasta llegado el primer kilómetro. Es frecuente algún que otro tropezón o incluso caída en plena arrancada del grupo. Por la calles Santa María Magdalena, Antonia Díaz y El Ejido hemos llegado a los mil metros. Para nuestra sorpresa, un tiempo buenísimo (4’27’’). Llegada la carrera a Los Montecillos, decidí seguir el ritmo hasta donde se pudiese, a sabiendas que de las fuerzas y el calor me irían ir perdiendo fuelle poco a poco. De hecho, eso de correr en negativo (ir cediendo tiempo en cada zona de referencia) no es buena idea, pero a veces, es una manera oportuna para “sacarte” a ti mismo tiempo al principio, ya que no podrás apretar al final. Como preveíamos, al paso por la barriada de El Amparo comenzamos ligeramente a sumar segundos de acumulación. Ha sido especialmente duro el paso por aquí, con una cuesta inapreciable hasta el día de hoy. Así se da cuenta uno de que Dos Hermanas no es del todo plana. A la llegada del kilómetro siete, comenzábamos la parte más psicológica del recorrido. Toda la calle Canónigo (¿a que no parece que sea en subida?, ya verán si tienen ocasión) hasta El Ejido de nuevo, para desembocar en Cristo de la Vera-Cruz y Santa Estefanía. Así llegábamos al último kilómetro, sí. Desde la antigua Sevillana a los Jardines y Calle Real abajo, 4’15’’. No ha estado mal, en fin, la recta de llegada. Y me retiro. Fue ésta la última Popular de la temporada, pero ha merecido la pena el descanso posterior, las fotos de esa persona y las de mi amigo Paco Alés, que nos deja con su espontaneidad un recuerdo más por si alguien, viéndome tan tranquilo siempre y más bien cansado, no me cree cuando peine canas. El acompañamiento que han tenido los corredores en El Arenal ha sido digno de todo elogio. Mi papelito con el tiempo final (46’23’’) y el tiempo medio por kilómetro (4’40’’) es para estar contentos, y de esta manera dejar de una vez por todas los botines, el dorsal y las Mizuno hasta el mes de agosto. Ya queda menos.

jueves, 26 de junio de 2008

HOY MI DEBER


Hoy mi deber era
cantarle a la patria
alzar la bandera,
sumarme a la plaza...


Yo sé que es un tema menor respecto otros que nos ocupan en la realidad cotidiana. Que la dificultad de la crisis y el desgobierno general continuará, e incluso se endurecerán las cosas de aquí a nada. He leído, con juicio, que el acontecimiento que protagoniza ahora la selección española se aprovecha bien desde las altas esferas para correr una buena cortina de humo. Mejor, en fin, aprovechar la coyuntura para mirar a otro lado. Pero algo tiene el fútbol que es capaz de dar a la sociedad (bueno, a casi toda) un gran motivo para ponerse de acuerdo en algo. Entiendo que es pasajera esta felicidad, pero cuando es compartida por la gran mayoría, uno se pone orgulloso, se le saltan las lágrimas y espera, ilusionadamente, que todo puede ser posible. Qué quieren que les diga. Estos ánimos tan exaltados, que suelen ser inversamente proporcionales al patrimonio público (fuentes, jardines, papeleras o monumentos) me parecen históricos. Qué más da si es por un baloncito. Todo el país en la calle gritando ¡España!, o tocando el claxon hasta las tantas, merece la pena hoy. Es ésta una historia que se forja en un juego insignificante, aunque provisto de algo misterioso que hace a la gente darse abrazos y muestras de cariño afines. Por eso, y porque España hoy parece no ser una entelequia, sino más bien una nación entregada, merece la pena un poco de jolgorio. Me encanta saber que banderas españolas ondean ahora mismo por todos los rincones. Para estar contentos hace falta lo indispensable. Un fenómeno más para dar carpetazo a problemas que mañana (o pasado) seguro volverán. No queda tan lejos 1984, cuando con nueve añitos mal cumplidos, este tonto melancólico (acierto al menos al cincuenta por ciento) no creía posible que a Arconada se le colara el balón entre las manos. Así que, aunque estoy en casa acalorado por la noche (casi) más larga, imagínense que ando por Los Jardines dando saltos y gritando como un loco. Un día es un día.

miércoles, 25 de junio de 2008

GASPAR ES BALTASAR


La ilusión es lo primero de todo. Hoy día, merecen especial relevancia en los medios valores que son originales sólo porque la mayoría de la gente carece de los mismos. Para algunos, el regocijo o la burla encubierta están en la base de su respuesta: ¿Cómo un señor mayor, un negrito sevillano, tiene el deseo de ser Rey Mago, Baltasar, quién si no, y se está dejando por el camino todo su empeño? He conocido por la prensa la historia de Gaspar Mawete, angoleño de nacimiento, el cual se hizo de ciudadano de Sevilla hace muchos años ya. Tiene una meta en su vida. Su único ánimo está en ser Monarca de Oriente en la Cabalgata del Ateneo. Compartir con niños y mayores esa inmensa esperanza de que todo es posible por unas horas. Lleva el hombre trabajando en estas fiestas muchas ediciones; no en vano es Cartero Real en un comercio desde 1989. Su única osadía, si se puede llamar así, estriba en que nadie le ha ofrecido aún subirse en lo más alto de la comitiva. Ya se sabe que en según qué lugares, las formas son casi lo más importante. También, que ciertos reconocimientos vienen dados por razones variopintas, léase notoriedad, famoseo, impacto social. Pero el bueno de Gaspar sólo quiere cumplir el fruto de un sueño. A buen seguro que lo logrará, si se tiene en cuenta que esa Ilusión, con letras mayúsculas, es el emblema de unas celebraciones que no tendrían sentido sin su presencia. Tanto ha calado el apoyo en la capital, que varias asociaciones de vecinos se han hecho eco del tema y están recogiendo firmas para que el Ateneo tenga en sus manos el sentir general de la gente. Así parece que ha sido, puesto que el presidente de la entidad ha acogido con buen agrado la propuesta, aunque aún no se ha pronunciado de manera oficial. Si los organizadores de la fiesta hubieran leído, o leen (aún tienen tiempo por delante) a Juan de Mairena, deberían tomar nota de “Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”. En clave poética significa “Lo que pasa en la calle”. Pues eso.

domingo, 22 de junio de 2008

TRES CARAS QUE MIRAN


El otro día volví a visitar la exposición de Joaquín Sorolla ‘Visión de España’ que hasta el día 29 de junio aún se puede contemplar en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. En la capital, a las nueve de la mañana de un domingo cualquiera no suelo estar por costumbre (más bien, es prácticamente imposible), pero por razones ajenas, aunque cercanas, me vi allí solo (sin compañía de otros). Sin aderezos aparentes (Feria, Semana Santa, alguna fiesta en especial...), me resultó sorprendente la cantidad de personas que comienza a hacer suya la Ciudad de la Gracia, tan temprano. A esas horas crucé el dintel de la puerta, donde miles de personas han incrementado mucho el número de visitantes del antiguo convento capuchino; lejos queda ya el segundo día de mayo. De la colección española que el valenciano hizo a primeros del siglo XX para la Hispanic Society of América, el audaz visitante podrá comprobar escenas sevillanas (las cofradías, el baile, la Maestranza...) y otras procedentes de Elche, Guipuzcua, Ayamonte, Castilla y Extremadura... Un realismo impresionista aúna a todas las obras, de dimensiones mayúsculas tanto por su tamaño como por el tratamiento del color, las luces y sombras, su composición final. Con todo, sabía de antemano lo que me iba a encontrar. Más bien, esta vez iba buscando yo. El asunto que me trajo allí, en definitiva, se forjó en la primera visita. Como si fuéramos el pintor (nosotros, sí, pintores también a nuestra manera al ponernos delante del cuadro) testigos de la escena que se representa en cada mural, llama la atención el hecho de que son los protagonistas quienes interrumpen su labor, acaso un segundo, y son ellos los que nos miran, cómplices. Necesitaba volver a encontrármelos, porque en la primera visión que de ellos tuve, hubo tres seres humanos, dos andaluzas y una castellana para más señas, que me dejaron en la mente borrosa de la primavera la imprecisa ilusión de que, tal vez, los conociera de toda la vida... Y así fue.



Por eso, aquí les presento a una señora de traje negro, riguroso luto y mantilla. La mirada al frente, segura de que su edad y condición le permiten ir tan cerca del paso. Es esta sevillana una practicante sumisa, engreída porque se sabe merecedora del Cielo y mucho más: es de misa y comunión diaria. Recela de los incrédulos y odia a los de la otra acera. Hay en su mirada un aire de superioridad. Dios está de su lado. Hoy quedan pocas, pero las hay de abanico en verano y perfume todo el invierno. De laca y moño en todo lo alto. Rosario en mano, número implacable del ejército del Señor. Quiere a su hijo bien colocado y a su hija bien casada. Que los domingos el almuerzo familiar es sagrado. En su casa, que es la de todos, la que manda es ella.



En la Fiesta del Pan, la algarabía irrumpe en medio del llano. Procesión de mulos y caballos con lo más granado. Hombres, mujeres que acompañan, y niños con pandereta; ganas de corretear entre sacos y carros. Todo el mundo hace algo aquí: bien acaba de llegar y se suma al gentío, o acaso descansa satisfecho mientras admira el espectáculo que circula a su alrededor. Pero ella no. Ella me está mirando. Se trata de una chiquilla, una moza cualquiera castellana de sol curtido en tez morena, tersa, radiante. Se sienta en medio de la escena y te transmite una serenidad deslumbrante. Aparece sentada. Sus labios parecen apretarse buscando la palabra adecuada, ojos como platos y mejillas sonrosadas invitan al amor. No sé si busca compañero: lleva un recién nacido en brazos, rodeado por una mantita roja y blanca que jamás imaginó para él. Os aseguro que esa cara, que tanto enamora o invita a mirarla sin más, es la misma de una niña (que lo era, igual ya hoy no) que conocí en Alcalá de Guadaíra.



En la fiesta, lo que más aprecio de las personas es su sonrisa, más que su risa. A mí, que tanto me cuesta conseguirlo en este tipo de ambientes en los que la música y el baile son plato principal. Y es que me parece que ahí radica la felicidad más efímera, pero verdadera. De las dos parejas, la morenita de la izquierda regala al espectador su inocencia. Una ilusión que se torna en el júbilo del primer día. Quizás vaya estrenando el traje, su primer traje. Tal vez sea, no se extrañen, el de una vecina, su prima, o el de su hermana mayor. Pero no hay en su mirada nada más que una mezcla de bienestar y candor. Ojalá no termine la música nunca, sus ojos no se tornen, sus vuelos no se derrumben y su sonrisa, duradera, sea para toda la vida.

viernes, 20 de junio de 2008

CÉSAR, DE HUESCA

Recuerdo muy bien la primera vez que lo vi. Él no lo sabe. Como en el caso de Pilar, tampoco se lo conté nunca. Iba al instituto montado en la furgoneta del padre, y yo le veía en la esquina que cruzaba hacia el barrio de La Moneda. La mayoría de las veces, con una cuña o una caracola de chocolate entre las manos. Desayuno sobre la marcha. Más tarde, descubrí que aquello no era una casualidad. Aunque nunca falta a una cita, puntualidad no es su sustantivo preferido. Era nuestro primer año en el ‘Virgen de Valme’, pero no coincidimos. Dos años más tarde sí, y desde segundo de BUP ha sido un amigo inseparable, pasando por COU y la Facultad de Filología. Está junto a mi lado en la orla de fin de carrera, bailamos (lo intentamos, al menos) en aquella fiesta, pasamos muchas horas juntos hablando de esto y aquello que es la vida, en fin. Pese a que la distancia se ha vuelto caprichosa, y su cercanía-lejanía es un impedimento a veces, Alicante está ahí al lado para cuando hace falta. Tiene César una capacidad como pocos para conversar, más de lo divino que de lo humano. Mide el tiempo por cigarrillos, que no por segundos o minutos del reloj. Cuando no sé de él por una temporada, extraño su ausencia de aire tan desenfadado, sus composiciones musicales o su poesía cosida con versos del alma.
Cuando conoces a César (al que yo apodo de Huesca, sólo porque en mi cole había un homólogo de esa procedencia, sin más) te das cuenta de que es un animal nocturno. Su ciclo vital carbura mejor de madrugada. Con su original música de fondo, una copita, inconfundibles manuales y libros desperdigados por la mesa, folios manuscritos entremedio, la noche (carpe noctem) le toma, y todo se para. Por eso, si cierro los ojos me veo con él mirando al cielo de un verano en la azotea de Las Ganchozas, la brisa fría de una playa en Valderagrana, un balcón semiabierto en Alicante cuando la nit del foc. César te mira de frente, te ofrece su cariño incondicional como si tal cosa. Una entrega, a su manera, tan especial que sería imposible rechazar. Nunca.

martes, 17 de junio de 2008

CAPOTE DE GRANA Y ORO


Atajando el problema por los cuernos, volviéndome hacia la polémica y el debate suscitados últimamente, ahí sobre la arena (no tapete) nacional, manifestaré en mi defensa que el grado de desconocimiento que tengo sobre la Fiesta me impide mantener una posición clara. Sí es cierto que hay algunas premisas que mantendré pese a todo. Cualquier espectáculo en el que el sufrimiento y la muerte estén en el orden de día no contará con mi aprecio. He escuchado por la tele que el toro no sufre. Claro, en el supuesto de que carezca de sistema nervioso. Más. No soporto la figura del torero-filósofo. Los hay de toda condición: Envueltos en un halo de misterio romántico (José Tomás), pretendidamente extravagantes (Morante), famosillos de papel chuché (Rivera Ordoñez, ÓScar Higares, El Cordobés)… He visto recientemente la entrevista de Esplá a Quintero. A la pregunta “¿Qué ha hecho el toro para merecer la muerte?” el diestro vino a decir que este animal se ha involucrado en la cultura mediterránea, tan relacionada con la muerte. Que el toreo es un arte, que no tendrá él problemas de conciencia entretanto haya miseria e injusticia en el mundo. Que el toro le da igual (sic). Respetando la verdad de su afirmación (nuestra relación vital con la muerte en el plano cultural-religioso es indudable), considero que no es razón válida al caso. ¿Es necesario hacer muestra sangrienta sólo porque así ha sido siempre? Además, el toreo (la corrida) está preparada para otra cosa. La reflexión es clara. No vale aquello del mito ancestral del hombre frente a la bestia. Todo en la plaza está preparado para que el toro muera. Socorridas leyendas milenarias hoy día no sirven, crean desasosiego. El toro es el que tiene que morir (burladeros, subalternos, picadores, banderilleros, médicos y enfermería). Ojo, que si se piensa que esto no debería estar, resultaría demagógico. Pero, ¿qué es lo que motiva la creciente ola antitaurina en este siglo XXI? Políticos, reyes, la sociedad en general (de Villarriba y Villabajo, ya saben) apoyaron y quieren aún el mundo de los toros sin condiciones. Sería difícil abandonar toda una maquinaria tal, que se ha sustentado en España desde la noche de los tiempos. No sé. Tal vez nos volvamos a encontrar en esa delgada línea entre lo bárbaro y lo tradicional-cultural. ¿Comería usted carne de perro? ¿Le cortaría el clítoris a su hija recién nacida? ¿Se casaría con tres mujeres a la vez? Algunas tribus se tiran desde lo alto de un monte sujetos por una cuerda para toparse de bruces contra el suelo. ¿Antropofagia o cocina creativa?

viernes, 13 de junio de 2008

LOS PORQUÉS DE CALCULÍN


¿Por qué la mujer de un huelguista entierra a su marido el segundo día de huelga?

¿Por qué se achicharra en su camión un señor que protegía su herramienta de trabajo?

¿Por qué hay gasolineras vacías cuando se asegura en todos los medios que habrá repostajes?

¿Por qué los piquetes informativos no informan, sino que agreden?

¿Por qué el gobierno dice tenerlo todo controlado y nada parece indicarlo?

¿Por qué no se preocupan las familias de los huelguistas, si ellas también tienen coche y hambre?

¿Por qué todo el mundo critica a este gobierno si lo apoyó por mayoría hace tres meses?

¿Por qué un huelguista corta una carretera y se va a su casa después tan tranquilo?
¿Por qué hago guardias a compañeros que se quedan tirados en un atasco?
¿Por qué los taxistas no han sabido buscar otro momento para pedir sus reivindicaciones?

miércoles, 11 de junio de 2008

NO TE MUEVAS


Era la historia de un amor imposible. La certeza única y veraz de que aquello no podía ser por más tiempo. Él se quedó a atónito. La miró hacia la ventana abierta de par en par a la noche. Ráfagas de luz perezosas recortaban la bella silueta de Judith. Mañana, sin más demora, su historia en común terminaría para siempre. Él se iría a un barco de pesca para componer canciones y pensar. Ella, arrastrada por condicionantes laborales, partía a Estados Unidos. Atrás quedaría el paraíso, perdido otra vez, sí. Él no quería tocarla. Pensó que sería una especie de traición, ya que no podría ser más suya. Se contentó entonces con mirarla. Así, sin más pretensión. Que permaneciera un último instante quieta, acaso también fuera inmóvil la felicidad que agitaba su ánimo desde aquella mañana en que la conoció. No te muevas, quiero conservar este momento fugaz, dijo con una voz entrecortada que antecede al llanto. Estrellas temblorosas en la madrugada reflejaban su adiós en un mar laso, muerto. En sus ojos, la fuerza de los ríos profundos, el recuerdo indómito de lo que nunca dejaría de ser.

No te muevas.
Quiero conservar este instante así:
tú junto a la ventana, como a contraluz;
echada en el lecho, queriendo mirar
los ojos profundos del sol
detrás de tu cuerpo feliz,
desnudo, desnudo. Y ya es
el día en que voy a partir.
No te muevas,
si puede estar quieta la felicidad,
si puede volverse de piedra el amor.
Convierte en estatuas los días y el mar.
Quizás te comprenda mejor.
O al menos conforme ya esté
repleto de piedras, sin sed,
el día en que voy a partir.No te muevas
y dime si es hora de irse a dormir.
Mañana me espera un sabor de mujer.
Lo tengo guardado en los ojos. Y sé
que un beso muy frío será,
el beso que no me darás,
las noches, los días después
del día en que voy a partir.

(Silvio rodríguez, 1968)

lunes, 9 de junio de 2008

UN BLOODY MARY, POR FAVOR


Quemadito, achicharrado a causa de una inconsciente jornada en la playa, que desde aquí anuncio de antemano que cualquiera sabe cuándo me veré en otra parecida, el pasado domingo por la noche me quedé quietecito boca arriba en la cama. Escalofríos y dolor creciente en la Cara A de mi cuerpo desaconsejaban toda mudanza. (Y mejor así, que no se me ocurrió dar vuelta y vuelta hacia el astro rey…) De de esta manera, ladeando un poquito el cuello pude ver el esperado cambio radical que ha sufrido la más prolija y pusilánime de una saga televisiva. Por fin, nuestra Bea de Telecinco se hizo mayor. Un nota le quitó el aparato dental, delante del espejo de un balneario. Una amiga, que a cada minuto me parecía más tonta, se las arregló para concertarle las mínimas sesiones de chapa y pintura para estar más presentable. Podía haber comenzado mucho antes con un borrador. Las cejas de la ínclita eran de la estipe de Groucho Marx. A ningún creador de la serie se le ocurrió pensar que un plano corto de Bea evidenciaría su ridículo perfil pintado con Kanfor. Sobre las once de la noche Bea, Beísima, ponía con su jeta el punto culminante a la larga semana (son siete días) con la que la Cadena Amiga nos ha bombardeado, corto publicitario aquí, corto publicitario allí, para cacarear la transformación milagrosa de la protagonista. Atrás quedan consternados los comerciantes del rastro, que no darán ahora salida a su stock. Reciben con los brazos abiertos los despojos de la muchacha Cáritas o Cuéntame, en donde su ropa de saldo setentera será bienvenida. Supongo que no será para echarse las manos a la cabeza, pero una resurrección personal no creo que se fundamente en un vestido ceñido palabra de honor rojo, unas lentillas por una gafitas, unos tacones altos, oh. Ahora, profundamente renovado su espíritu, será capaz la fea-bellísima de apuntar a nuevos retos; asumirá responsabilidades siendo aceptada por la sociedad. Un buen escote y el pelo suelto lo resuelven todo ¿verdad? Ay, si sabía Lope de Vega lo que el pueblo reconocía como un final feliz…

jueves, 5 de junio de 2008

ETERNAS SUCESIONES DE DIFUNTO


Me preguntó ayer una alumna por qué Quevedo habla de que la muerte está muy presente en la existencia humana. Le respondí usando su famoso endecasílabo: Eternas sucesiones de difunto. Y nos quedamos tan tranquilos haciendo referencia a que, efectivamente, la visión más pesimista, angustiosa de nuestra vida está en que vamos cumpliendo etapas que por perecederas, parece que no volverán. Y Don Francisco señala la cercanía de pañales con mortaja; vida cruel y efímera, en fin. Pero, aunque atrapado por la fuerza argumentativa de su soneto, creí rebelarme al menos por un momento de esta preocupación tan barroca. Es curioso. Estamos en esta vida de paso, convivimos al minuto con la muerte, nuestras creencias y costumbres aprendidas por los siglos de los siglos están relacionadas con la muerte. Cuando las procesiones de Semana Santa, los niños se acostumbran a ver al Señor muertecito en la cruz o en la urna, y no sienten reparo alguno. (Aquí un servidor, confesarlo he, no entró solo hasta la Capilla del Santo Entierro de Santa María Magdalena hasta bien entrado en años). Al poner la televisión, no nos invade por regla general la certeza de la tragedia, ahí enfrente, ni apartamos la vista siquiera. (Mi abuela aún lo hacía en los años 80 cuando veía a los negritos de Etiopía pasando todo el hambre del mundo). El verso quevediano responde a una época, una manera de ver el paso del tiempo. Ahora creo que no, que no estamos sobre aviso de esa presencia maldita, más o menos lejana, y ni falta que nos hace. Y que el vitalismo de hoy es necesario para salir hacia adelante. Ante la osadía de estar vivos, es el recuerdo un arma capaz de hacernos ver que no todo está perdido. Que lo que se fue y no volverá no es un asunto pretérito. Y está el porvenir, el todavía…

martes, 3 de junio de 2008

JUEGOS EN LA SOMBRA


He comenzado la lectura esperada de El juego del Ángel, y he de reconocer que, desde el principio, la obra consigue atrapar al lector gracias a la amplia metáfora que para Zafón es la oración simple o compuesta.

" …Un horizonte apuñalado por centenares de chimeneas que tejían el perpetuo crepúsculo de escarlata y negro sobre Barcelona…”

Cierto es que El Juego… no comienza con la fuerza arrolladora que el best seller en el que se ha convertido La sombra del viento. Tal vez, el primer capítulo no tiene tanto de melancólico y evocador como el arranque brutal de Sempere y su hijo Daniel, camino del Cementerio de los Libros Olvidados. Con todo, salvada la escena más o menos previsible ya del jefe grotesco y típico de una empresa mediana (un periódico venido a menos, para más señas), en El Juego... se va tejiendo la historia (atención al verbo 'tejer', que tanto juego le da a Zafón en la primera parte de la obra) con maestría. El protagonista, David Martín, se las verá con esa fuerza misteriosa, oscura y tenebrosa, que maneja a su antojo la Barcelona de los años 20. Una fuerza que se rodea de tinieblas y de penumbra. Así, como el escenario, los personajes y los hechos narrados se confunden en un destino incierto, abrazados al poder mágico de los libros, el primer romance, la tragedia, el dolor.
No dejaré pasar la oportunidad para, aparte de recomendar la lectura de El Juego..., poner de manifiesto un detalle dentro de la primera mitad del libro, que me sorprendió. Conociendo a Carlos Ruiz Zafón, sus métodos, planteamientos y revisiones (curiosamente, autor y protagonista tienen el obsesivo mismo método de creación), me resulta chocante que en las primeras 60 páginas de El Juego... aparezca un sensible error. Al principio, el personaje principal responde al nombre de David, mientras que poco más adelante, dice llamarse Daniel cuando le entregan un paquete de Correos. No me vale, como se ha leído, que David Martín y Daniel Sempere no sean sino dos entes tan parecidos, que el mismo autor los yuxtapone.

lunes, 2 de junio de 2008

¿Adónde?


Me pareció más apropiado irme diciendo ¡Adiós! como cualquier otro día del calendario. Vino el 'Querido' a despedirse también a su manera, dando gritos y con prisas por alguna de sus historias. Hicimos el camino de regreso juntos, como otras veces; al dejarnos en la esquina de costumbre, le pregunté si recordaba que era mi último día. Me dijo que sí y siguió hablando de otra cosa como si nada. Ya sé yo, como sabe él, que nos echaremos de menos desde ese mismo instante. Quintanolo es como es. Muy bruto, pero con un corazón muy grande. Muy grande. Atrás quedaron Cecilia y Fran; José Luis, tan bueno como siempre. Han pasado cuatros años me dicen, pero han transcurrido cual aleteo de colibrí. En La Semana, me he sentido muy querido desde el primer día, y he compartido un espacio infinito con grandes compañeros que también son ya amigos… Vivo muy cerca, acudo a muchos lugares y eventos de Dos Hermanas como para pensar que los perderé de vista. Considero que no habrían hecho falta grandes palabras, ya ven, pues nos encontraremos mañana como si tal. No habrá un domingo, ni un lunes o martes, en los que no me acuerde de tan buenos momentos. Reconozco que salgo perdiendo. No compartiré tan frecuentemente diván (la silla junto a su mesa) con José Luis. Cuánto se aprende de su serena templanza y de su forma de ver la vida. No agudizaré tanto mi mente, capaz de estar a la altura mordaz y casi cómica de Fran y su columna de estuco. Cecilia no me corregirá los 'habida cuenta' no los 'de cara a', ni pontificará con su prosa ágil y precisa. Manuel Lu, que sigue creciendo el tío, seguro que no parará, porque es muy grande. Hijo mío, querido Quintano, adónde iré sin enfadarme contigo por los espacios, las fotos perdidas, los nombres mal colocados. Si no te viera más a las siete de la mañana en el puesto de Paco sería un desdichado. Pregúntale de vez en cuando a mi padre por mí. Sigue siendo un ejemplo para los que no saben apretar el paso y mirar hacia adelante. Nos vemos.