sábado, 28 de noviembre de 2009

MONÓLOGO DE FINALES DE NOVIEMBRE


Tocaban en la iglesia para entierro, y caí en la cuenta de que llegó el turno a alguien que hace poco más de un mes se sentaba enfrente de mí en una mesa. La mañana del último sábado de noviembre me parecía distinta: un rumor de tormento se sentía en el aire, por fin frío, del mediodía. El sol hacía testimonio en Los Jardines, acaso por pura comparecencia. He visto pocas veces a tanto curas en un altar para despedir a otro que se va para siempre, he visto, en fin, un cuerpo presente que salía buscando el Paraíso, (sí, la puerta abierta hacia la plaza) con una vara de nardos prendida sobre el féretro… que no en vano nosotros somos flores. Sale uno cariacontecido por tantas veces que la vida nos da una nueva oportunidad para reflexionar, sencillamente, en qué es lo primero, o lo último que nos tocará hacer. En esta escala de valores, una señora se quejaba a voz en grito por qué demonios no se había avisado de que la misa de doce dedicada a los catecúmenos no se celebraba hoy, que ella venía de La Motilla. Cojo el coche, sorteo rotondas, y vengo a parar a un sitio en el que compruebo, y ya es hora, que el futuro está en una cámara de fotografías, un partido de fútbol en San Hermenegildo, acólitos que crecerán, sabedores que un día, en el que se aparcaba una vida, nacían otras muchas: al cobijo gélido de los árboles centenarios de Los Frailes, que nos acariciaron por momentos con la hojas dolientes del otoño más templado, al calor de las carreras infantiles y la calma de conversaciones hermanas. Que toda la vida es ahora, me dije, mientras me despachaba, -dándome la vuelta ya- una apretura en el pecho que precede a las lágrimas.

El niño come naranjas.
(Desde mi balcón lo veo.)

El segador siega el trigo.
(Desde mi balcón lo siento.)

Federico García Lorca.

N. del A: Hoy sábado 28 de noviembre, ha tenido lugar el entierro del sacerdote D. Juan Núñez. A esa misma hora, una veintena de chiquillos de la hermandad Sacramental se celebraba una convivencia en el colegio San Hermenegildo.

lunes, 23 de noviembre de 2009

EN BUSCA DE ESPINETE


Anda uno preocupado medianamente de un tiempo a esta parte porque, mientras que no se me ocurre nada que decir por esta época de entreveras, me asaltan, como a todos, graves asuntos de calado político o social en los medios de comunicación. Consciente del peso de la actualidad, y de mis tristes cuitas y mundo alrededor, he decidido callar antes que sumar a este sitio pensamientos nimios o carentes de sentido. Pero en fin. Aprecio las constantes visitas que recibe este Hoy es siempre todavía, como quiera que también son cotidianas (selectas, escogidas) y fieles. De tal manera que, tras una semana intensa en la que cabría hablar de tantas cosas… sólo se me ocurre hablar de Espinete. No sé, habrá sido la casualidad, o esas ideas fugaces que nos llegan acabados de levantar, o cuando estamos en la ducha. He recordado en estos días Barrio Sésamo, y me he dejado llevar otra vez por los años que se fueron, que la única patria del ser humano es la infancia. El caso es que me han comentado que se difunde ahora por quioscos una colección de la serie infantil, de la que tanto podrían hablar aquellos niños de los años 80. Es una verdad incuestionable: sonreír y perder la vista, echándola atrás por unos minutos está a golpe de ratón y de Youtube. He encontrado certezas, felicidad y buena compañía en Barrio Sésamo, ya ven, mientras en el instituto hasta diez alumnos se dedicaron estas semanas atrás a quemar contenedores, sellar varias veces con silicona las cerraduras de la entrada, negar sin pestañear ante la Guardia Civil… Alakranas, corrupciones políticas de todos los colores, crímenes en Fago o violencia de género en la sobremesa catódica. Permítanme que me libere, como así ha sido, al menos una semana, que me he entretenido con clásicos como “Tipitipitón”, “Cuatro patas”, “Un erizo como yo”, y por el estilo. Me preguntaban recientemente, que también es casualidad, si un programa como Barrio Sésamo tendría cabida en la televisión actual, si, en definitiva, calaría en la población como en aquel entonces. La respuesta sería muy dura, ¿verdad?

lunes, 16 de noviembre de 2009

LA LEYENDA DEL TIEMPO



El sueño va sobre el tiempo
flotando como un velero.
Nadie puede abrir semillas
en el corazón del sueño.
¡Ay, cómo canta el alba, cómo canta!
¡Qué témpanos de hielo azul levanta!

El tiempo va sobre el sueño
hundido hasta los cabellos.
Ayer y mañana comen
oscuras flores de duelo.
¡Ay, cómo canta la noche, cómo canta!
¡Qué espesura de anémonas levanta!

Sobre la misma columna,
abrazados sueño y tiempo,
cruza el gemido del niño,
la lengua rota del viejo.
¡Ay, cómo canta el alba, cómo canta!
¡Qué espesura de anémonas levanta!

Y si el sueño finge muros
en la llanura del tiempo,
el tiempo le hace creer
que nace en aquel momento.
¡Ay, cómo canta la noche, cómo canta!
¡Qué témpanos de hielo azul levanta!


Ahora, que se cumplen treinta años de La leyenda del tiempo, que escribió con afinación absoluta Camarón, también se cumplen otras efemérides. Los versos, tomados de la obra Así que pasen cinco años, de Federico García Lorca, estaban esparcidos por un limbo imaginario al que no se llegaba con Surrealismo, bajos, baterías u otras novedades dentro del flamenco puro. La comedia del granadino se escribió en 1931, pero no llegó a representarse en España hasta 1978. Me confieso atrapado por la sencillez-complejidad de la canción, hija de tan buenos padres, que sólo ella es una. En ella, tiempo y sueño parecen la misma cosa. El tiempo parece cobijarse en el sueño, pero el tiempo, a su vez, sobrelleva al sueño. No sé si Lorca pensaba en aquel drama filosófico de Calderón, pero si es cierto que en esta vida todo es verdad y mentira, no será más aplastante una realidad: sueño y tiempo se abrazan, van cogidos de la mano… Es el tiempo pertinaz, no se cansa nunca. Quizás por ello es colega inseparable del sueño, aunque éste, engañado muy posiblemente, crea que nace a cada momento. Pero los sueños nunca se acaban.

jueves, 12 de noviembre de 2009

CRISIS DE LUJOS


Hay una crisis real, de parados hasta el 18% de la población activa, de padres de familia con pisos por pagar en 40 años, hijos pequeños, dos sueldos volanderos o prestaciones caducas del maltrecho gobierno. Hay crisis de oportunidades, porque hoy son pocos los que se atreven a apostar por levantar negocios nuevos, o bien, afianzar puestos de trabajo, sin aprovechar la malévola ocasión de hacer limpia en plantilla gracias a la coyuntura. Hay crisis de planes E, de valores, crucifijos en las escuelas y de moral, aunque sea de todo a cien… que si estuviera por manojos a 0’75 céntimos en las estanterías de los chinos, aún no se compraría. Pero sobre todo, hay una crisis de lujo. Sí, de lujo, porque lo que algunos consideran fundamental, de firme derecho, de justicia para disfrutar porque yo lo valgo… hoy ya no puede ser. No me meto en cuestiones de mayoría, sino en ejemplos concretos que usted y yo sabemos: lo que aquí falta, para muchos, es esa guinda caramelizada encima del pastel. Son los móviles sin problemas de recarga, internet de banda ancha, copitas (combinadas, claro) cada dos por tres, ropa de marca, fashion o cassual cuando me venga en gana. Gasofa para la moto, juegos para la Play, bolsos de estreno para mañana, que es viernes. Quizás por eso, y sólo por eso, si pasa usted, pongamos por caso, un par de horas en un gran centro comercial, sea el que sea, tengan la maravillosa experiencia de contemplar cómo se puede obtener todo lo que nos falta en esta vida maravillosa sin que se den cuenta los muchachos del servicio de seguridad… Claro, si no te ven. Entonces, lo más sensato es salir corriendo, o amenazar con denunciarlos por querer mirar qué diantres llevas dentro del bolso. Crisis, la crisis...

miércoles, 11 de noviembre de 2009

DOS AÑOS, HOY


Dos años hace ya de aquello. El día 11 de noviembre de 2007 me precipité por este lugar casi sin querer, contagiado tal vez por dos personas que me mostraron aquel día sus aportaciones personales en las llamadas nuevas tecnologías. No sé realmente a ciencia cierta por qué lo hice, pero en unos minutos había creado este blog, atraído sin duda por la novedad y lo incierto que sería mantenerlo vivo decentemente. Han pasados muchos meses, 225 entradas contando ésta, y muchos recuerdos, pensamientos y por qué no decirlo, inquietudes personales que jamás pensé trasladar a un público que, aunque es amigo en la mayoría de los casos, no siempre conozco. Así son las cosas de internet. Sé que todo tiene un final, que las cosas pasan…aunque todo, todo, no pase. He estado cierto tiempo atrás metido en otros menesteres, y es cierto que tenía este sitio un poco olvidado… mas no el Hoy, el Siempre y el Todavía. Ya saben ustedes. He querido en estos días de celebración (interior, humilde, forzada, si me apuran) dedicarme a mí mismo unas palabras… una suerte de preguntas y una postrera reflexión que me sirvieran de escrutinio acerca de este proyecto. He caído en la cuenta de que este blog de fondo negro, después azul marino y ahora con tono más clarito… ha servido para conocerme, al menos, un poco mejor a mí mismo. Con eso me conformo. Y con las visitas diarias, que sé, están ahí, o esas opiniones sinceras que tanto respeto, y que reconozco que me gustaría ver más. Sé que a veces los artículos no dan lugar al debate, pero cuando así ha sido, hemos presenciado encendidas pasiones en temas que ustedes y yo ya sabemos. Con el tiempo, ese eterno aliado-enemigo, fui pensando que el blog daría para aportar cosas nuevas, no sé, fotografías antiguas, noticias de la ciudad, cuestiones de tipo divulgativo… todo se andará, eso espero. Mientras, aquí seguiré, mirándome hacia dentro para compartir lo que de vez en cuando sea capaz de decir, pensar o recapacitar. Nos vemos.

sábado, 7 de noviembre de 2009

¿UN TÍTULO PARA ESTAS HORAS?


Hay semanas, días concretos, en los que uno sabe que las noticias o los hechos van cayendo uno detrás de otro en una suerte de casualidad macabra que casi se siente en el ambiente. En estos días, ya les digo, uno se lamenta, otra vez, de la pérdida de esas personas de bien que tanto aportaron a la sociedad, siempre en voz baja, ya se sabe, porque los que gritan o se hacen mecánicamente el sitio en la foto terminan por desaparecer. El relato estremecedor de la ayudante de Francisco Ayala, relatando los últimos momentos del escritor nos conmovió a todos. Desearía dedicarle grandes elogios y mis mejores palabras, pero al bueno de Don Francisco, granadino de dos siglos, le faltaría al respeto con torpes palabras póstumas. Eso sí, ante la cita ineludible, qué grandeza la nuestra si pudiéramos clamar sin miedo alguno que ha llegado nuestra hora. Despedirse de los seres queridos, e irnos en paz. Casi a la misma hora, el filósofo Levi Strauss nos dejaba… y tal vez, ignorancia la nuestra, le poníamos al fin cara a las citas de los libros del bachillerato. Que somos pequeños, y nuestra vida se nos fue mientras discutíamos el color de las cortinas del salón. Hoy, en este viernes de dudoso otoño, me he encontrado con ese epílogo laboral que me deparó la semana: Dimitri De Fauw, un ciclista belga que tuvo la mala pata de accidentarse en plena carrera con el español Isaac Gálvez hace tres años, no ha podido soportarlo más. El corredor balear, esprinter veinteañero y querido para los amantes de este noble deporte, se dejó la vida en un velódromo en 2006. Hoy, posiblemente atormentado por sentirse responsable de aquello, De Fauw se ha quitado la vida, o eso dicen. Y me da rabia. Me da rabia porque peor que vivir es vivir lleno de angustia y de dolor interior. Que no hay nada más traumático que morirse cuando no se encontró mejor remedio… Que somos poca cosa, y que hay días, semanas completas, que más valdría pasarlas por alto.