En el Chic se produce cada verano un fenómeno tan extraño como repetido, una suerte de secuencia regular que ha significado muy poco esfuerzo para la comunidad científica, que ha resuelto en un pis pas el caso. Si el curioso lector (en el caso de que siga por aquí en estas fechas de asueto) quiere comprobar el prodigio, no tiene más que darse una vueltecita por El Llano. Allí se encontrará con ese maestro de ceremonias que se llama Álvaro. Roza la cincuentena, pero es más joven que cualquier hijo de vecino que usted conozca. El susodicho, que aparte de su vestimenta corrobora su verdadera identidad cada vez que abre la boca, tiene el irrenunciable poder de detener el tiempo. El secreto quizás esté en las luces de neón de la puerta, o posiblemente en la vieja madera de la barra o el zócalo del diminuto bar. Tal vez, los antiguos y desusados armaritos con cerradura para guardar botellas de licor personalizadas tengan mucho que decir. Lo que resulta incuestionable es que en ese veranito, aunque cambien periódicamente las caras, todo el mundo tiene siempre la misma edad. Será porque las fotos de sus amigos (entre los que se encuentran su hijo putativo, primos por doquier y ahijados, como los chicos de
jueves, 3 de julio de 2008
NARRACIONES EXTRAÑAS DE VERANO
Publicado por Fae en 22:49
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