(Reproducimos con mejor voluntad que tino
el cartel protagonista de la historia)
La situación es la que sigue. Son tantas las viviendas, tantos los comercios cerrados con el conocido cartel negro y naranja fluorescente colgado del balcón o la ventana, que más bien dentro de poco deberemos poner otro distintivo sólo en aquellos lugares en los que habita la gente. De esta manera también colaboraremos con la crisis. Habrá menos carteles por las calles y el efecto derrotista que deriva de ver tantos anuncios de Se Vende, Se Alquila se eliminaría de un plumazo. Con todo, la iniciativa tendría algún inconveniente, pues algunos pensarán que como en la Alemania nazi los carteles identificarían rara avis a los inquilinos que sí habitan los inmuebles, cual judío en territorio hostil. Pese a ello, hay una empresa en Sevilla que sí ha visto rendimiento publicitario al asunto, y ha lanzado una arriesgada campaña de promoción que, al menos en su edificio de la calle Alfonso XII, es todo un ejemplo de ironía y perspicacia. Cajasol, la fundación con el mismo nombre que la entidad bancaria, tiene puestos en todas las ventanas y balcones de su edificio estos carteles llamativos que habitualmente anuncian ventas, traspasos o alquileres. En su lugar, ya ven, se encuentran frases concluyentes y tan felices como Se Vive. Se juega, Se Trabaja… A mí me impresionó mucho ayer mismo, cuando pasaba por allí en coche y estuve a punto de parar en seco. A lo mejor, si la cosa continúa por este cariz, el ejemplo cunde. Personalmente, ironías aparte, esta proclamación pública acerca de nuestra existencia me parece muy original, acertada. Se Vive, Se Vive, que no es poco, y aquí estamos aún para contarlo.
Para vivir no quiero islas, palacios, torres. ¡Qué alegría más alta: vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes, las señas, los retratos; yo no te quiero así, disfrazada de otra, hija siempre de algo. Te quiero pura, libre, irreductible: tú. Sé que cuando te llame entre todas las gentes del mundo, sólo tú serás tú. Y cuando me preguntes quién es el que te llama, el que te quiere suya, enterraré los nombres, los rótulos, la historia. Iré rompiendo todo lo que encima me echaron desde antes de nacer. Y vuelto ya al anónimo eterno del desnudo, de la piedra, del mundo, te diré: «Yo te quiero, soy yo».
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