…Y aún escucho, cual tintineo que se repite incesantemente en mi interior, la llegada de
(Textro del autor en el libro Con Dos Hermanas)
Un Blog de Rafael M. López Márquez
…Y aún escucho, cual tintineo que se repite incesantemente en mi interior, la llegada de
(Textro del autor en el libro Con Dos Hermanas)
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En una de estas tardes sofocantes de verano traicionero (seguro nos esperan dos tormentitas más cuando creamos que estamos a salvo del frío) me vino a caer en cuenta propia una de esas cintas o CD's que pirateábamos al principio de los años 90 con la inocencia sana de una radio de doble pletina… En esos mismos años, Gloria Estefan ponía banda sonora a los viajes-mini a Alcalá y, por qué no, ratos de estudios en folios bajo una guía cuadriculada por si las moscas. Los recordados Mi Tierra, Ayer, Tus ojos, o Hablas de mí revolotean 15 añitos más allá con nuevas y sugerentes connotaciones... y pare usted de contar. Luego, uno recuerda a cierta profesora de Ciencias Sociales del instituto y se tranquiliza, por aquello de que la historia (o algo así como la “coyuntura” que era el término con el que comenzaba su explicación) es un fenómeno que jamás se repite en el devenir de nuestras vidas.
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En estos días, el Bar Esperanza ubicado en el mirador de la plaza del Emigrante celebra 80 años de historia. Llevaba algún tiempo sospechando este acontecimiento, que no es para menos. Y, dadas las circunstancias que concurren en este sitio, creo que para Hoy es Siempre Todavía la efemérides es un motivo de satisfacción. En estas cuentas estaba, cuando he caído en consideración de algo que tal vez hubiera sido la portada de este humilde blog en aquel noviembre de 2007. Precisamente la fotografía que ilustra la primera visión que tienen sus visitantes, elegida a tal efecto por su correspondencia con el título de la web, jamás la he explicado hasta ahora. Y por eso, entiendo, que estas ocho décadas bien merecen esta reflexión, aunque sea ahora. En fin, si Hoy es siempre todavía lo será con fundamento, al contemplar la primigenia imagen que ven ustedes ahí en blanco y negro. La tomé prestada gracias a mi amigo David Hidalgo. Si no me equivoco, esté fechada en la década de 1920. Quizás 1928, fíjense la casualidad. ¿Por qué está siempre ahí, en el inicio? Sin duda, porque en ella se resume el paso del tiempo, tan fugaz, pero tan eterno. Tan cambiante, pero a la vez pertinaz y ejemplo de constancia. Hoy es siempre todavía (estamos a tiempo)... por eso la imagen resume el principio y el fin de la vida. El niño que juega con el triciclo en mitad de la calle, la señora mayor enlutada que camina apesadumbrada en mitad del empedrado. Mi pequeño homenaje, mi guiño al todavía lo acabo de hacer esta misma tarde lunes tormentoso (en lo personal, claro, que la jornada ha sido radiante de luz y ánimos por la calle). Podría mentirles, al menos piadosamente, y perjurar que la foto tomada hace unas horas ha sido mecánicamente estudiada para que se complemente con la original. Les aseguro que no. He intentado repetirla posteriormente, pero ha sido disparar y cruzarse por el medio esa niña (el camino) con su madre de la mano (el cauce). De alguna manera, 80 años después, la señora mayor y los niños que se distraen en mitad de la plaza. Así que ¡felicidades!, que Hoy es Siempre Todavía, nosotros que podemos verlo, que estamos a tiempo, echando el pulso aún.
Muchas gracias.
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Hace poco utilicé tu "Bueno, chao" que pronunció la simpática hija de Graciela, Beatriz en Primavera con una esquina rota. Precisamente te vas ahora, y para siempre, con esa última sentencia que he leído sobre ti, cuando dijiste aquella verdad tan grande (una de tantas): "Después de todo la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida". Bah, siempre fuiste un pendejo. Te reías del poder establecido, de las cosas graves de la vida, del lenguaje altisonante, de las palmaditas en el hombro. Y ahora, sin hacer ruido, vas y nos dejas tirados. Habrás dicho adiós como el protagonista de Andamios, que despedía a la parca montada en aquel tren. Pero sabrás, mira por dónde, que no será del todo. Me niego a pensar que no estarás por ahí, reuniendo votos de fe en la patria única del ser humano, que es la libertad. Renuncio a creer que aquellos cuentos que Pilar me enseñó en la Facultad nunca existieron, que se fueron sin más. Están ahí, como las poesías que cruzaron la otra orilla, y me hablaban de lo que nunca comprendí, de lo que nunca comprendimos. Viejo, al fin te curaste de la disnea. Jamás, y digo jamás, la gente se muere del todo. Estaría bueno.
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Yo sé que en este innoble deporte las cosas no son como parecen ser, y si lo son, el cauce expresivo que se usa vale para bien poco, pero claro, da mucho coraje en algunas situciones en las que se convierte en singular protagonista. No habremos de debatir la pertenencia de dos comunidades al total de las españolas. Ayer, País Vasco y Cataluña, Athletic de Bilbao y Barcelona, disputaban la Copa del Rey de fútbol. Leo hoy en los periódicos que fue una gran fiesta, aunque hubo un par de feos gestos. Quizás se queden cortitos los titulares, si pensamos que los miles de aficionados a la cita valenciana aprovecharon el himno nacional (el trofeo es del Rey de España ¿recuerdan?) para hacer notorio el ¿general? sentimiento nacionalista de ambos. Previendo lo predecible, TVE no emitió el himno en directo, mutilado más tarde en el mismo descanso. Ya en la entrega del trofeo, los jugadores del Barça rompieron el protocolo y se subieron por encima de la figura del Rey. Sí, ese gran defensa apellidado Puyol que besó en Madrid el brazalete con la senyera hace unas semanas. Y claro, no fue ayer el foro adecuado para expresiones de este tipo. Si quieren, incluso suenan a ridículas tratándose del escenario y la oportunidad. Pero, insisto, se queda uno cariacontecido y se le vienen de nuevo al espectador en su casa las mismas preguntas de siempre, que ustedes ya conocen. Así, apagué la tele, dejé pasar la noche sin más, y me retiré recordando el aforismo que alguien me dijo al final de un verano en un almacén de aceitunas: “El hacha pidió un mástil al bosque, y el bosque se lo dio”.
PD: Interesantísima columna de opinión sobre el tema aquí. “¿Se puede ser más carajote?” No se lo pierdan, de verdad. A mí me ha ayudado.
http://www.abcdesevilla.es/20090514/opinion-firmas/quien-robo-himno-copa-200905132312.html
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Ya nada es lo que era. El continuo esfuerzo que hacen esas marcas tan ligadas a nuestras vidas por sobrevivir, salir indemnes al paso del tiempo no es más que un duro intento para no dejarse olvidar ante las nuevas generaciones, alejadas de televisores de tubo, cubitos de hielo de formas variopintas en la nevera, o de, pongamos por caso, un chandal azul de cremalleras con rallitas blancas a los lados. Que recuerde, y disculpen la falta de paridad, en aquellos años las niñas casi que no hacían deporte. El caso es que acabo de darme cuenta de por qué lleva ahí en la despensa un pack (claro, que no paquete) de Donuts. No será porque me he desprendido de ese vicio confesable que es picotear dulces, golosinas o helados a cualquier hora, no. Ahora los Donuts vienen envasados en cajitas de plástico, eso sí, por parejas, hasta aquí podíamos llegar. Pero no son de ésos de toda la vida; de dos sabores tan diferentes. Son de una crema blanquísima con rallas de chocolate, o esos pequeñísimos de bombón ¡sin agujero! Rellenos de cremita por dentro… ustedes pensarán lo que quieran, pero donde esté un huequecillo en la panadería con una bandejita de cartón con todo el género así, apiladito, en fila, como que no es lo mismo. En Phosquitos, ambrosía de nata y chocolate para aquellos sábados de capricho, andan también resucitándose. Ahora no son esas bolsitas individuales con el Mini-Supermán de la portada, sino cajitas con cinco dulcecillos que, lo miren como lo miren, me siguen pareciendo más pequeños. Siguen más o menos ilesos al paso de los años los Tigretones o la mismísima Pantera Rosa, pese a que el Mercadona ha ideado unos pastelillos de todo a cien con su mismo aspecto, aroma e incluso (he de reconocerlo) sabor. En fin, que en mi cocina siguen riéndose a carcajadas estos hijos ilegítimos de los dulces que desenvolvimos en las mañanas de nuestra infancia. No vean qué despropósito en los quioscos los Chupachups o Piruletas de tamaño gigante, y que en su interior contienen los caramelos originales, como si diera vergüenza mostrarlos así, tan alegremente. Qué falta de respeto, por favor.
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Cuando era pequeño, en las Catequesis de comunión recuerdo perfectamente aquello de poner la otra mejilla. En nuestra mentalidad infantil, si alguien te abofeteaba, era poco menos que ridículo poner el otro carrillo. Más o menos lo mismo era eso de “perdonar 70 veces siete”. Como es natural, la expresión tenía fecha de caducidad ¡Nada más y nada menos que 490 y ya! El paso de los años, desgraciadamente, nos ha hecho confirmar la dura realidad. No será por la temida palabra, cierto predeterminismo que marca nuestras vidas, pero creo que la conmiseración, aceptar una disculpa en momentos de extremo dolor están fuera de nuestra conducta social. Por eso, la actitud de los padres del chico apuñalado mortalmente el sábado de Feria de Abril es un ejemplo que se extinguirá si nadie extiende su mensaje. Por eso quizá no quiera despedirme aún de este día mío, personalmente aciago (aunque sólo ridículamente, ya verán por qué si comparan el caso), sin tener un mínimo reconocimiento para Jorge y Reyes. Clemencia frente a venganza, serenidad frente a histeria, resignación frente a la usual rabia o tantos porqués. Ambos acaban de declarar que desean que los asesinos de su hijo “Aprovechen lo sucedido para regenerar sus vidas mediante el amor y el perdón”. “Nos está sosteniendo la fe, el Señor”. “Algunas personas dan el pésame y preguntan qué pueden hacer por nosotros y yo les digo que rezar. Lo están haciendo muchas personas y nosotros nos sentimos apoyados”. Amén.
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Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».
PEDRO SALINAS