viernes, 23 de octubre de 2009

DÍA DE REENCUENTROS


El parque estaba como lo dejé. Esta tarde me decidí a reemprender la marcha, tras muchos meses sin intentarlo siquiera. Una inoportuna lesión en el mes de marzo y otros menesteres tenían apartada, pero no olvidada, la afición por correr. Hoy, por fin, he vuelto a descubrir esas sensaciones de tierno dolor, o suave herida, que suponen ganar kilómetros al tiempo mientras uno sufre aparentemente sin motivo alguno. Bah, han sido veinte minutillos de nada… pero me han sabido a gloria, porque ya era hora de experimentar de nuevo. Estaba La Alquería igual que siempre, decía. Aquí un servidor, no. Lento, resoplando a cada segundo, y con unos kilitos de más, que ya es momento de reconocerlo. Aun así, la vida, el microcosmos de nuestro parque municipal bullía a eso de las siete de la tarde como nunca. He visto como si tal cosa a esas parejitas retozando impunemente en el césped junto a la vía férrea; a los grupitos unisex tragando lo que sale de esos artilugios árabes tan variopintos… Señoras mayores andando y hablando de sus cosas siempre en dirección opuesta al que va corriendo; madres fundamentalmente jóvenes al cuidado de una chiquillería creciente en la zona de toboganes. Me ha sorprendido un señor mayor sentado bajo un árbol dando de comer pipas a un loro grandísimo que traía del brazo. Y me ha dado tiempo, por supuesto, de fijarme en esa reunión de hombres de mediana edad que han hecho un club oficioso de alterne para sus mascotas, perros de toda condición y aficiones en cada planta vistosa… Y claro, vuelve a casa uno con la lección aprendida: la alegría de salir de nuevo ocioso a la calle sin otras (pre) ocupaciones. Que es el momento de gritar, al fin, que somos un poco más libres, con menos dolores osteopáticos, y con más ganas que nunca de volver a volar.

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