lunes, 16 de noviembre de 2009

LA LEYENDA DEL TIEMPO



El sueño va sobre el tiempo
flotando como un velero.
Nadie puede abrir semillas
en el corazón del sueño.
¡Ay, cómo canta el alba, cómo canta!
¡Qué témpanos de hielo azul levanta!

El tiempo va sobre el sueño
hundido hasta los cabellos.
Ayer y mañana comen
oscuras flores de duelo.
¡Ay, cómo canta la noche, cómo canta!
¡Qué espesura de anémonas levanta!

Sobre la misma columna,
abrazados sueño y tiempo,
cruza el gemido del niño,
la lengua rota del viejo.
¡Ay, cómo canta el alba, cómo canta!
¡Qué espesura de anémonas levanta!

Y si el sueño finge muros
en la llanura del tiempo,
el tiempo le hace creer
que nace en aquel momento.
¡Ay, cómo canta la noche, cómo canta!
¡Qué témpanos de hielo azul levanta!


Ahora, que se cumplen treinta años de La leyenda del tiempo, que escribió con afinación absoluta Camarón, también se cumplen otras efemérides. Los versos, tomados de la obra Así que pasen cinco años, de Federico García Lorca, estaban esparcidos por un limbo imaginario al que no se llegaba con Surrealismo, bajos, baterías u otras novedades dentro del flamenco puro. La comedia del granadino se escribió en 1931, pero no llegó a representarse en España hasta 1978. Me confieso atrapado por la sencillez-complejidad de la canción, hija de tan buenos padres, que sólo ella es una. En ella, tiempo y sueño parecen la misma cosa. El tiempo parece cobijarse en el sueño, pero el tiempo, a su vez, sobrelleva al sueño. No sé si Lorca pensaba en aquel drama filosófico de Calderón, pero si es cierto que en esta vida todo es verdad y mentira, no será más aplastante una realidad: sueño y tiempo se abrazan, van cogidos de la mano… Es el tiempo pertinaz, no se cansa nunca. Quizás por ello es colega inseparable del sueño, aunque éste, engañado muy posiblemente, crea que nace a cada momento. Pero los sueños nunca se acaban.

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