domingo, 17 de enero de 2010

LA BUENA MESA


Omitiré los datos más relevantes (léase nombre del establecimiento, ubicación, ciudad de la que se trata…) Aun así, habría quien pondría el grito en el cielo por tamaña desconsideración con el personal. En estos tiempos, el descaro y la poca vergüenza andan de la mano como viejos compañeros. Estamos acostumbrados a ellos en los medios de comunicación de masas, o cuando nos sentamos al debate con nuestros colegas en simples conversaciones. Cuando te toca de lleno y ves a singulares personajes cara a cara, las cosas se ven de otra manera. La tarea es simple. Imagínense ustedes que acuden a comer con varios amigos, uy se encuentran con lo que parecen dos ventas de carretera. Al principio, la incertidumbre ante cuál de las dos elegir, pues son contiguas, se inclina por la lógica: en la que pone restaurante… Aunque ya, de por sí, escama. No conocía ninguno a mitad de camino a ninguna parte. Les aligeraré el almuerzo, porque sería copiosa la indignación. Les hablaré de un restaurante con letrero en mayúsculas que tiene la cubertería del Ikea (las pegatinas de la marca sueca se encontraban en el anverso de cada plato), con sillas y mesas de la misma multinacional… Una carta con suculentos arroces (especialidad de la casa, decían) con unos precios que para sí ya quisieran los grandes restauradores del país. No daré muchos detalles: arroz duro, salado, la paellera, de tanto uso, quemada y resquebrajada por los bordes. Qué lejos aquel año en Cantarrana, pero qué cerca el recuerdo de una tarde entre hermanos y un castigado mastín… Quien lo probó lo sabe, máxime cuando la última opción pasaba por degustar el pescado. Juro solemnemente que era una pieza congelada que adquiere cualquier hijo de vecino en el Mercadona, adornado por un manojo de hojas de ensalada (de ésas que vienen ya en bolsas) del ídem. La concurrencia, en fin, no se atrevió a pedir el famosísimo pulpo a la gallega de la casa, pues la sospecha de que Octopusy anduviera al acecho. Un detalle: Los entrantes, de confianza: como las croquetas de Pescanova que sirvieron al comenzar. Un lujo para unos pocos, eso de poner un buen rótulo en la puerta de uno para justificar lo que no se es... Me pareció la manera más burda de cobrar cuatro veces más a una persona indefensa sólo porque desconocía el percal. Porque, como en El Quijote, aquello no era más que una venta, que no castillo.

2 comentarios:

L dijo...

Cubertería y mobiliario de Ikea...chungo. Si es que ya de primeras te dieron una pista para que salieras corriendo.

memoriasdeunniñoviejo dijo...

hola
como estas?
paso por tu blog diciendo lo primero q es q me gsto mucho
y dejandote una invitacion para q pases por mi blog de arte
espero q pases y gracias :)