lunes, 25 de agosto de 2008

ATARDECER INCIERTO

Tenía necesidad esta tarde de compartir un rato, una vida, con los demás. Había pensado en dedicar muchas palabras, pero como es verdad que aunque creemos que las palabras las lleva uno y ciertamente son ellas las que nos llevan, he preferido que en su lugar vaya presidiendo esta fotografía de atardecer incierto (Joaquín Romero Murube dixit) como singular protagonista. Cada año, cuando la Virgen del Águila enfila a su empinado pueblo salvado el dintel ojival del santuario, se topa de bruces con el ocaso que cae sublime por las rendijas del viejo castillo. Y el espectador comprueba que el día, la hora, cumplen rigurosamente lo previsto cada 15 de agosto. La mejor persona que conozco (y conoceré) nunca falta para comprobar tal enigma, y por eso muestra su mejor sonrisa, abre bien sus ojitos verdes y disfruta en compañía de seres queridos, que vienen y vendrán. Seguro que no se irán por razones sinceras. Su compañía, que es tan grata, bien podría transformar esta falta de luz, este acabarse en aquella Esperanza cierta que cantó el poeta palaciego. A su lado, comprenderéis, nunca se hace realmente de noche.

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