jueves, 19 de febrero de 2009

¡CLAMAR AL CIELO!


Que este mundo es de puro chiste no parece ya comentario de escándalo alguno. Cada día habrá noticias que nos vuelvan a sorprender un poco más. De un tiempo a esta parte muchas de ellas no son sino ejemplos eficaces de que la ficción se hace otra vez realidad. De todas las que circulan, especial repugnancia me ha generado el revuelo suscitado en Ávila capital, porque los comerciantes de la ciudad (hosteleros, zapateros, fotógrafos, dependientes de tiendas de ropa…) han puesto su grito en el cielo, claro, habida cuenta de que este año no se celebran las populares Primeras Comuniones en las iglesias de tan histórico núcleo de población. A pesar de que mi defensa hacia el sano comercio, el cual me parece vital para reflotar este gravísimo periodo de crisis, considero que este sector ha perdido todo norte o guía en este asunto. ¿Qué relación tienen los comerciantes abulenses con la Iglesia, para ser capaces de pedir que no se anulen este año ciertos ritos que en la mayoría de los casos no comparten, entienden o siquiera respetan? Como el dinero es el dinero, pues que los cristianos vistan a sus hijos de ocho años como marineritos o princesitas para reportar unos buenos duros a los comerciantes de bien. Pero entiendo la preocupación del sector, qué demonios. Sabemos de los locales cerrados y de la falta de medios para salir adelante, pero de ahí a protestar por algo que hace una institución siguiendo sus propias directrices y fundamentos… El Arzobispado, por una vez, se ha defendido: “Cabe recordar que muchos eventos organizados por la Iglesia, como por ejemplo la celebración de Las Edades del Hombre en 2004, han contribuido a generar más riqueza en dicho sector de comerciantes y hosteleros sin que haya habido una expresión pública de gratitud”. Y es que la Iglesia, tan denostada en estos días, tan humillada ella como los católicos practicantes, parece que debe satisfacer la riqueza o mantenimiento de los demás. Inaudito. Está muy bien eso de poner la otra mejilla, aunque creo ciertamente que pedirle cuentas a las parroquias abulenses acerca de un cambio en la edad mínima para celebrar las Comuniones (hasta ahora de ocho años y a partir de aquí de diez) es poco comprensible. A lo mejor, los comerciantes, todos en general, podrían pedir algún beneficio a los ateístas bien organizados, que por ridiculizar a los que creen, son capaces de reunir miles y miles de euros en dudosos mensajes repartidos por autobuses de media Europa. Quizás los puedan sentar a todos en una mesa. Posiblemente ya sean más que los padres, abuelos y amigos en general de los pobres niños que hacen la Comunión cada mes de mayo.

1 comentario:

David Núñez dijo...

Rafaelito, que no se diga que no tienes un comentario. Y cuando tu quieras le dedicamos una entrada a tu blog que, dicho sea de paso, me parece de gran calidad en los contenidos (y no es por hacerte la pelota).
Un abrazo.