martes, 10 de febrero de 2009

LEYENDAS URBANAS PARA LA CRISIS


Que la cosa está para pocas bromas es evidente. Basta con salir a la calle, echar un vistazo a los comercios cerrados, los locales aún por alquilar o las promociones de viviendas a medio hacer. En la televisión y en todos los periódicos los ciudadanos de a pie nos enteramos de la mala marcha de esta economía traicionera, pese a los intentos del gobierno, que con descabellados planes se cree capaz de arreglar el desaguisado. Ese, precisamente, que tanto negaba hace tan pocos meses. Pero la intrahistoria del asunto, como diría don Miguel de Unamuno no aparece por los medios de comunicación tan a menudo. Ya saben, me refiero a esas múltiples historias que se cuentan a pie de calle y que no son más que pequeños relatos personales aparentemente inofensivos al sistema, pero que juntos conforman la triste realidad que nos ha tocado. El otro día, un amigo de Los Palacios me contaba que un señor, cargado con la cesta de la compra, se dirigía hasta la caja del supermercado. Una vez allí, le dijo a la chavalita que no tenía dinero para pagarle, pero que allí le dejaba su carnet de identidad, porque no estaba por la labor de dejar de dar de comer a sus hijos. Y ya está. Acabo de encontrarme con un conocido, que me ha repetido exactamente el mismo suceso, esta vez ocurrido en Alcalá de Guadaira: mismos argumentos para un mismo final. La cosa es que, viendo el panorama ciertamente, me creo los dos relatos a pies juntillas. Sólo dejaré para ustedes, fieles lectores, la incertidumbre que aún sospecho. No sé por qué, pero la bola esta se me hace de la estirpe de la chica de la curva, la niña con su perrito y el tarro de Nocilla, o los caimanes en las alcantarillas de Nueva York. Eso sí, todo concuerda. De momento, teman ustedes de hacer cola en el hiper, porque, bien les sorprenden tres encapuchados, como ya ocurrió ayer en el Catalino, bien les piden antes de retirar la mercancía un aval cual compromiso de pago.

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