CALABAZAS

No es la primera vez que ha ocurrido, ni ocurrirá. Estamos acostumbrados a ese tipo de noticias relativas a la supuesta nación catalana o vasca. Que si unos notas brindan por el Estatut, que si no sabes hablar en vasco te pueden echar del trabajo, que si cuídese de poner una bandera rojigualda en edificios públicos... en fin. Aunque en el último caso la gravedad del asunto no me parece más que anecdótica, como bien se dice, vale como muestra un botón. Recientemente, ha tenido lugar un torneo de fútbol entre equipos europeos de categoría Prebenjamín. En Lisboa, se dieron cita representantes de varios clubes españoles, portugueses, alemanes o italianos. Al parecer, cuando se disponía la organización a escuchar el himno de ambas naciones (jugaban un equipo Portugués y el FC Barcelona) los chiquillos catalanes recibieron orden de no salir al campo hasta que hubiera terminado. Un gesto más para hacernos constar que hay una conciencia nacionalista en Cataluña, pues, según se comenta, el club pretendía escuchar El segadors. Personalmente creo que el caso evidencia un flagrante delito moral (si cabe la expresión). En primer lugar, se relaciona directamente una institución –el FC Barcelona, con seguidores en todo el mundo, aunque felizmente me enorgullezco en no tenerle ninguna simpatía- con una cuestión meramente política. La segunda, más peliaguda, consiste en usar de por medio a niños de 5 ó 6 años para hacer propaganda nacionalista. Tantas aristas tiene el caso que seguramente andaremos cortos en calificarlo como ruin, desproporcionado, cobarde, sucio. Que el presidente del Barcelona, Joan Laporta, sea nacionalista, me parece muy bien, aunque discrepe. Que haga proselitismo de sus ideas personales en un club ajeno a ellas supone un serio peligro, por lo que tiene de confuso y malintencionado. ¿Qué pensará un padre de estos chavales, si hay alguno, el cual no comulgue con la irrisoria nación Catalana? ¿No habrá ningún seguidor culé que se indigne con la marca política que la directiva trata de asignar a la entidad? ¿Se imaginan ustedes que el presidente de su comunidad de vecinos o del garaje se proclamara portavoz de las ideas del colectivo sin su consentimiento?