viernes, 31 de octubre de 2008

DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA

Una de las primeras sorpresas llegado a Roma fue reencontrarme con Julia, la supuesta hija del emperador Tito, y que con tanto gusto observé cara a cara de la manera más casual, cuando hace ya quince años, por fotos, me tocó fijarme en su famoso peinado (es conocida por La dama de la permanente) y, en especial, por aquel examen de Arte de Selecctividad, donde reconocí su particular entrecejo que la hace única, realista.


Casi al despedirnos de la ciudad, alguien me recordó lo oportuno de visitar todas las fuentes posibles que adornan Roma, aunque la última, un recuerdo imborrable, es la de este servidor que en una bocacalle de la Vía Veneto es objeto de terror de niños y gente impresionable. Su agua nunca se bebe.

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