lunes, 3 de noviembre de 2008

RESPETEMOS LAS SANAS COSTUMBRES


No hay nada peor que la incomprensión. No ya por lo
inoportuno que supone encontrarse con seres humanos
incapaces de llegar al más mínimo entendimiento,
sino por la angustia que se genera ante el hecho de
que aún existan personas carentes de toda empatía,
esotérica palabra cuya desacostumbrada presencia
en un diálogo impide resolver los conflictos de manera eficaz,
y ante todo, rápida e indolora.


Verán. Viernes 31 de octubre. Barrio joven de gente joven que acaba de instalarse con el sacrificio real de los tiempos de hoy. Llaman a la puerta de un vecino, el cual se encuentra delante de una chavalería que, respetando esa antiquísima costumbre y multitudinaria celebración del Jalogüin, pide al ínclito protagonista de esta historia “truco o trato”. O das caramelos o bombardeamos con huevos frescos la fachada de tu casa. Y ya está. Ante la negativa del susodicho, que parece ser que no tenía con qué satisfacer la demanda, las amenazas se vieron cumplidas. La situación se volvió complicada. El vecino reprendió la acción de estos pequeños seres fantasmales (todos disfrazados de la misma guisa) con expresiones tan soeces y carentes de toda humanidad como “lo que habéis hecho no es una broma, es una gamberrada”, “habéis venido a mi casa sólo para hacerme daño” y un imperdonable “o me limpiáis ahora mismo todo esto o llamo a la policía”. Qué descaro. Eso es coartar la libertad de expresión y el tiempo libre de nuestros tiernos infantes. La cosa no quedó ahí. Yo, que por allí andaba y ya sabéis que me uno a este tipo de fiestas con una facilidad pasmosa, me aventuré a decir a un parroquiano que el episodio continuaría con una de estas dos opciones: La primera, que llegara la madre de alguna de las niñas reprendidas, la cual montaría un escándalo al ínclito vecino que recordaría toda la vida. La segunda, que viniera el padre, que no se andaría por las ramas y le pegaría un buen par de sopapos. Qué es eso de que se metan con mi niña y le agarren por el brazo para que no salga corriendo. Por razones obvias, la tercera vía puesta en este debate, esto es, que llegara a tiempo una patrulla de la policía, la desechamos mis interlocutores y yo rápidamente. En fin. Cinco minutos más de jaleo y gritos, cuando, efectivamente, llegó la madre de una de las niñas más afectadas. Cual boxeador arrogante, se puso cara a cara con el vecino. Se lo quería comer. A gritos, le repetía incesantemente “qué le has hecho a mi hija”. En un movimiento feroz, cogió del portal de la casa la cesta repleta de huevos (la prueba del delito) y la estrelló a los mismos pies de su brutal oponente. Con toda la acera, ahora sí, repleta de simpáticos huevos de Jalogüin, la señora se sosegó cual vaca inyectada con una dosis letal de tranquilizante. Se dio la vuelta y se fue tan pancha para su casa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahiiii!!!!, jalogüin, los huevos de jalogüin, ¿pero es típico tirar huevos?, yo esta mañana he escuchado un comentario al respecto y me ha sorprendido, pero nos estamos volviendo locos o qué, ¿donde quedan esas visitas a los cementerios y esas tardes de café con huesos de santos?, desde luego las importaciones de fiestas yanquis van acabar con otra de nuestra rancias fiestas. Empezaron por papa noel que poco a poco gana simpatizantes en detrimento de los tres reyes magos, y sigue por esto de la noche de brujas, vampiros, zombis, enfermeras diabólicas, etc, etc, etc. Encima despues de lo leido, visto y oido digo lo que dice las gentes de rancio abolengo, lo peor, las madres.

Fae dijo...

Dices bien, amigo Pablo. También le atribuyo parte de culpa yo al valor de la imitación: Los Simpsons, en la tele. Por lo demás, si esta fiesta se celebra no es más que por una propaganda creciente de bares de copas y fiestas alcohólicas de disfraces.