miércoles, 16 de diciembre de 2009

DE PÁJAROS Y ESCOPETAS


… Que dice cierto refrán que al caso podría venir bien. El suceso que acabo de leer en la prensa me parece histórico, porque no creo que jamás en Iglesia, donde la jerarquía está garantizada por mandato divino, se cuestione un nombramiento desde las mismas raíces de una diócesis. Es inaudito, chocante y demoledor: hasta 96 párrocos o arciprestes de Guipúzcoa ¡han firmado un manifiesto en contra de la designación de José Ignacio Munilla como nuevo obispo! Los argumentos que se han dado a conocer a la opinión pública los podría haber firmado cualquier asociación de vecinos en un caso variopinto, como ése que de vez en cuando ocurre, en que se recogen firmas para echar a un vecino que es molesto, o que pone la música por la noche muy alta: “En modo alguno es la persona idónea para desempeñar el cargo de obispo”. En fin, una desaprobación ante un nombramiento que, siguiendo las normas eclesiales, es incuestionable. Claro que en el reverso de esta triste historia debe haber algo que aparentemente no se dice, pero que, evidentemente, está ahí. Los firmantes de la diócesis manifiestan que la decisión es "una iniciativa destinada a variar su rumbo". El caso es que Munilla, que viene de Palencia alabado por su rectitud y principios doctrinales, bien chocaría precisamente con la “labor” que los sacerdotes guipuzcoanos han marcado en los últimos años. El nuevo obispo, agárrense, no pudo estudiar en el Seminario de la localidad porque Setién no lo permitía a quienes no supieran vasco, pese a ser de Guipúzcoa, mira por dónde. El nacionalismo encubierto de la diócesis da asco -secreto a voces- hasta tal punto que se rechace la llegada de alguien que romperá los esquemas, y que, aunque no lo consiga, tal vez sea más claro y rotundo que los ciento y pico de curas hipócritas, que han sido capaces de rebelarse contra su propia Iglesia: no es más que un signo de la época que nos toca… Habría que recordar ahora aquellos curas comparan el dolor de los familiares de ETA con la amargura eterna de quienes sufren la muerte de centenares de sus víctimas. Quizá, y sólo quizá, en el futuro sea imposible que un sacerdote dé cobijo a dos etarras antes de cometer un crimen, o ese ínclito que comparó, hijodeputa él, a un etarra muerto con Jesús crucificado. Que tenga usted suerte, José Ignacio Munilla, que tendrá que apaciguar el ganado antes que pronto.

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