domingo, 6 de febrero de 2011

SÓLO UNA SEMANA


Dos han sido los motivos que me han dejado ausente de esta sala de operaciones durante hace más de un mes. Vayan por delante mis disculpas, pues sé a conciencia que el personal que me pasa consulta habitualmente (el enfermo soy yo) estaba a punto de darme por perdido, como cuando alguien se abandona a su suerte sabiendo que ya no hay nada que hacer. Pero ha tenido un servidor una temporadita ajetreada, principalmente por dos motivos, dos trabajitos que me apremian, uno por cada lado. El más importante de ellos, páginas de un libro que estamos trazando con lenta caligrafía de parvulito, ya tendrá su momento, que la ocasión, espero, lo merecerá. Me refiero hoy a la cita que me espera el próximo domingo, siete días, siete noches, en Sevilla. Aquí el menda que les escribe lleva meses enteros preparándose para las oposiciones sin plaza que suponen la Maratón de Sevilla, que se celebra el 13 de febrero. Está claro que no se correría nunca el día siguiente, porque ya se sabe que hay amores que matan. La cosa es que llevo preparándome la cita desde el verano, cuando el loco del Álvaro me lo sugirió… Todo el mes de agosto. Con su tranquilidad y panocha me fue embaucando en el tema, así que desde octubre no hemos parado de entrenar, ni cejado en el empeño. Aquel día que corrimos dos horas y media sin parar, con la merienda encima, terminamos con mareos, andando como borrachines nada más llegar a casa, y gritando, en mi caso, a cada media vuelta en la cama, ya de noche. Pero así está el plan. He corrido lloviendo bajo la rachita de mala uva que hubo en diciembre, he cruzado hacia Montequinto procurando no meter los pies en los arriates del acerado nuevo camino del Mercadona, me he sobrepuesto (tres veces ya) a un resfriado de la leche, un esguince ¡en el dedo gordo del pie! y a una sobrecarga en el sóleo, que era un desconocido total hasta que en noviembre me saludó apretándome por debajo de los gemelos con todas sus ganas. Pero aquí está el tío. Me quedan siete días para la cita, que está más lejos que nunca, pero cerca en el calendario, al fin y al cabo. Me he esforzado muchísimo para llegar hasta allí. Reconozco que es tema vano, secundario quizás, pero se ha convertido en una ilusión muy ilusionante (Manolito Gafotas dixit) y, a sabiendas de lo que me espera en esos 42 kilómetros y pico, necesito dejar constancia de ello, porque, en esta existencia mía tan a la chita callando, me apetece fijar por escrito lo que ni yo mismo aún me creo. Así que, cual diario de quinceañero, escudriñaré lo que pueda de mí, cada día, hasta el próximo domingo. Ya queda menos.

2 comentarios:

A. Ortega dijo...

Que miedoooo!!!

A ver si me pasas las recetas de tu entrenamiento. Yo cada día me vuelvo más perro.

Fae dijo...

Lo peor de la preparación, aparte del miedo, que lo tengo a rebosar, es la cantidad de meses enfocado en un solo día... Y además nunca va uno con todas consigo. El entrenamiento se sobrelleva, pero al mínimo contratiempo, ya se sabe.