domingo, 13 de febrero de 2011

SOY MARATONIANOOOOOOOOOOOOOOO!


Al fin lo hemos conseguido. La ilusión que teníamos, los nervios acumulados durante tantas semanas, la fatiga de los últimos kilómetros, los entrenamientos que he tenido desde el mes de agosto, la gripe que sorteé en diciembre, el esguince en un dedo del pie, el dolor salvaje en el sóleo, la lluvia de aquellos días camino de Montequinto, las molestias crecientes en la espalda, las ampollas de los pies... han valido la pena. Ha sido esta Maratón una experiencia única, y digo bien, porque cumplirla ya de por sí es un logro, una pequeña meta personal que colocaron hoy a 42 kilómetros y pico de la salida. Una carrera para recordar siempre, pues en cada paso dado había una intención. Jamás he disfrutado tanto de este deporte como hoy. Hemos corrido (el Álvaro y yo) muy tranquilos. Los primeros 21 kilómetros han sido casi paseando. Mucha agua, naranjas, bebidas isotónicas incluidas nos ayudaron mucho. Pensé que la Maratón no era para tanto de seguir así, tan relajado, pero las fuerzas, como me dijo alguien hace unos días, se te van sin avisar. Y se fueron, vaya que si se fueron. A partir del kilómetro 35 he notado que me quedaba vacío. No de cabeza, ni de pulsaciones. Simplemente las piernas no tenían para más, y realmente la crudeza del Maratón la he sentido en esa parte definitiva. Valiente muro de las lamentaciones. Pero no me quejo. Está uno aquí, tumbado en el sofá, soñoliendo, sin poder bajar ni subir escaleras decentemente, pero con una satisfacción total que hacía tiempo no sentía. Una plenitud, he de reconocerlo, de las pequeñas cosas, pero qué cosas. No te muevas, si puede estar quieta la felicidad. Enhorabuena, Álvaro, puesto que sin ti la meta no estaba al alcance. Muchísimas gracias a vosotros, amigos, por tantas muestras de apoyo. Momentos como este no se olvidan.
Nos vemos.

1 comentario:

A. Ortega dijo...

Tienes toda mi admiración.

Enhorabuena.