jueves, 14 de febrero de 2008

¿DÓNDE ESTÁ LA OREJA QUE CORTÓ SAN PEDRO?


Cuando era pequeño, Sor Paz nos regaló un libro ilustrado, que más bien parecía un tebeo, sobre el Nuevo Testamento. Especialmente a Alex y a mí nos gustaban las hojas que correspondían a la Pasión de Jesús, aunque la viñeta de nuestra Oración en el Huerto no nos cuadraba con la imagen que imaginó Pineda Calderón. Recuerdo la escena del Prendimiento, ésa que muestra la rebeldía de San Pedro cuando, al atrapar al Maestro, coge una espada y corta la oreja de un soldado. Mi impresión fue tanta, supongo que por salir de las manos de un santo, que me sorprendió que este episodio terminara así. Como si la historia, que ya sabíamos con final feliz, tuviera un recoveco, una parte inconclusa o, tal vez, fuera de la pauta establecida. Sinceramente preocupados por la suerte de la víctima, preguntábamos por el caso a los mayores sin encontrar respuesta satisfactoria. Al fin, en uno de los Evangelios –no recuerdo en cuál– se hablaba de que Cristo sanó y restituyó el órgano al tocar con su mano al damnificado. Pero este hecho, de gran importancia para mí, ni se mencionaba en el mismo pasaje de los otros tres colegas evangelistas. Ante la duda, mi angustia radicaba en conocer si después de ese daño había aún solución. Un deseo casi mágico de restañar errores propios o ajenos a posteriori. Ahora, reconsidero que esa necesidad, la del traspiés, la de la vuelta atrás, acaso pueda ser reparada. Ojalá sea así, porque entiendo que si no hubiera posibilidad de arreglar lo descompuesto, la esperanza no estaría ya en nuestros diccionarios. Aunque no sea ya con la magia de unas manos prodigiosas, sigo buscando como el primer día.

1 comentario:

J10 dijo...

Da la casualidad de que a mí también me ha fascinado siempre este pasaje evangélico. El criado del sumo sacerdote al que Simón Pedro le corta la oreja de un espadazo se llamaba Malco, según el singular evangelista San Juan. Sus tres compañeros cronistas de aquellos instantes también mencionan el episodio, aunque ninguno dice el nombre del tal. A mí siempre me llamó la atención esa frase suelta, a mi juicio totalmente innecesaria y totalmente sospechosa, por tanto. ¿Qué falta hacía que el Evangelio dijera, como dice San Juan: "El criado se llamaba Malco". Así, una frase suelta, rarísima... Es un personaje que aparece una sola vez, sólo en el evangelio de San Juan, el último de los escritos, por cierto, y tiene hasta nombre propio. Una de las literaturas más fascinantes se encuentra precisamente en la Biblia, tú lo sabes...