Dicen que el tiempo es inexorable, que domina con su insondable rigor nuestras vidas. A veces nos parece lento su caminar, mientras que, si echamos por un momento la vista atrás, todo el camino recorrido nos parece un solo suspiro. En muchas ocasiones el tiempo es un devenir pausado, un juez inexorable capaz de hacernos olvidar lo que hicimos ayer con tanta ilusión, pero que nos permite tener siempre presente lo que tan lejos queda. Por eso, quizás para esta hermandad no es pretérito ese tiempo que nos lleva a la Dos Hermanas de la década de 1950. Muchos años nos separan de la fecha, pero los hermanos que lucharon por esta corporación entonces son los mismos que ahora, aunque con distinto nombre o distintas caras quizás, pero unidos en fin por la misma inquietud y devoción. El tiempo es cruel a veces, pero otras es valedor; reconoce el Sacrificio que se hizo en su día. El tiempo nos recompensa cuando el esfuerzo es propio. Por eso, metidos de lleno en una época tan moderna, en la que el desprecio a los valores cristianos parece querer imponerse en parte de la sociedad, el ejemplo de esta hermandad de la Presentación al Pueblo debe seguir haciendo su eficaz pulso al tiempo. Aunque parezca que trascurre en estos días muy despacio, seguro que dará para trabajar más para el prójimo. Y la Caridad y la ayuda a los ancianos o enfermos será una constante. Y se prepararán y se celebrarán los Cultos. Con Amor, la Virgen visitará a los que no pueden verla en El Tomillar... Vendrán días de Penitencia, pero después de Gloria. Es la hermandad de Amor y Sacrificio, que vive y goza espiritualmente, venciendo de verdad al tiempo que pasa.
(Colaboración personal en el Boletín de Amor y Sacrificio de 2006)
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