viernes, 14 de noviembre de 2008

LAS COSAS QUE SE VAN


¿Han pasado recientemente por la avenida de los Pirralos? Es parte de mi itinerario de camino al trabajo. Me gusta. A pesar de que sea muy temprano, siempre está llena de gente. Es variopinta: reúne en varios centenares de metros un colegio, una iglesia, varios bloques de pisos de nueva y vieja construcción, casas de una sola planta… hasta un supermercado muy chic en el que casi nadie entra pero da igual. El caso es que la susodicha es ejemplo de pluralidad, de ancianos y niños que madrugan, los primeros sin saber muy bien por qué y los segundos porque las madres van delante con su maleta, espera la escuela. En estas jornadas de cambio y sofocos, he apreciado que el multicolor contraste que añaden a tan conocida avenida los populares comercios que la salpican se está apagando de manera alarmante. Carnicerías, perfumerías, zapaterías, gestorías, fruterías (y varios -ías más que no cito aquí por redundancia) que han estado en este emplazamiento tantos años ahora agonizan. Lo apreciarán ustedes si pasean a cualquier hora del día. Los carteles rojos fosforitos del Se Alquila están copándolo todo. Y es entonces cuando a uno se le ocurre que la supuesta crisis es más seria de lo que parece. Que el pequeño comercio se muere. Esos grupos de presión, los de las asociaciones de comerciantes, tienen la palabra, entre otros. Desde hace varios años sólo sabemos de ellos porque nos felicitan la Navidad en el mes de ¡noviembre! a la entrada del pueblo. A lo largo del año, se hacen notar con sus firmas (fotografías gentilmente cedidas a los periódicos) con grandes empresas que les ofrecen rebajitas a la hora de hacerse un seguro dental o la reposición de un par de gafas. Ahora vienen maduras, pero no pasa nada. Ya habrá tiempo de quejarse.

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