miércoles, 12 de noviembre de 2008

ME RETIRO, ME RETIRO


Una niña de 13 años ha decidido que ya está bien eso de vivir y se planta. Que sí, que para qué demonios un corazón nuevo si las dolencias que padece (una leucemia brutal se lo ha debilitado) la atormentarán los seis meses que le quedan llegado el presunto trasplante. Esta tragedia, la que supone querer morir en paz y que no le dejen a uno, no es nueva en estos tiempos. El debate está en la calle, muchas personas piden para sí mismos el derecho a la eutanasia; otros ya se despidieron triunfantes, como Ramón Sampedro, o tantos individuos sin nombre y apellidos que recibieron en su momento una definitiva dosis de inyección letal, a manos de doctor Muerte, claro. En el caso en cuestión, no hablamos ya de eutanasia, sino de un horripilante bajar los brazos y aceptar sin concesiones lo inevitable. Si hemos de morir, por qué presentar batalla. La situación me parece inusual. No obstante, el polémico caso que divide a la opinión pública inglesa, y por ende, mundial, está en lo singular del sujeto protagonista: una adolescente que sólo conoce como sinónimo de vida el dolor. Hannah Jones prefiere rendirse. A su corta edad, se ha mantenido firme en su voluntad de negarse a un trasplante de corazón que le alargaría la vida. Por el contrario, el trasplante podría activar su leucemia, o acabar definitivamente con su sistema inmunitario. Su corazoncito, agujereado por antiguas sesiones de quimioterapia, ya no da más de sí. La argumentación de los padres (una enfermera, para más inri, y un auditor de cuentas) es que “respetan la decisión de su hija”. Y yo me pregunto si no han pensado en que la enferma es menor de edad, que su mundo gira solamente a operaciones, hospitales y llanto, y que otros pensamientos serían posibles si tuviera una nueva oportunidad. Yo no sé si las autoridades hacen bien en aceptar, como parece, la voluntad de la niña, pero este precedente (morir, y basta) me parece el último escalón por subir en esa carrera asquerosa que es despreciar la esperanza. Hay quien dice que es lo último que se pierde; hay quien dice que es lo último que se cumple.

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