jueves, 18 de agosto de 2011

EL TORO RATÓN


Habrá quien se escandalice, pero creo que el famosísimo toro Ratón tiene muy poco que decir en esta historia. Vamos, que no es el protagonista, ni tiene mucho mérito en ella, por mucho que se haya cargado ya a dos tíos en cinco años, el último con cámaras y moviola.

El toro Ratón es una víctima de la salvajada española, que entiende como diversión jugar con la muerte ante el aplauso de niños, mayores, inconscientes y borrachos. Lo que más pena me da, aparte de los finados, es la vergüenza pública de la administración, léase ayuntamientos y demás pelajes, que lamentan en los medios de comunicación lo sucedido, porque si la seguridad, los servicios sanitarios, bla, bla, bla… Como si no hubiera ninguna responsabilidad por su parte solo en el hecho de organizar espectáculos donde parece que el éxito reside en la posibilidad de gritos, histeria, sangre y lágrimas a tutiplén.

El problema radica en que entre la imprudencia y la temeridad hay un solo paso para la estulticia. Los notas que se juegan el pellejo ante una bestia en plena calle están jugando a la ruleta rusa. Pero me parece más triste aún que los pueblos hayan incrementado la demanda por el Ratón impenitente, o que su propietario le haya subido el caché, como a los buenos artistas… Y de retirarlo, nada, que el negocio está ahí y estos son tiempos de crisis, ya se sabe.

A estas alturas, no estaría de más recordar que el monumento al faraón de Camas, según la chismografía popular, estuvo a punto de no hacerse porque el diestro no quería que le pusieran el toro tan cerca de su figura. Eso sí que es inteligencia.

No hay comentarios: