viernes, 28 de diciembre de 2007

PARECE QUE NO MOJAN, PERO EMPAPAN


Tiene tantas aristas el asunto de Pamela y Conchi... Sí, esas dos chiquillas de Gran Hermano que vienen de Los Palacios. Como mi amigo Álvaro ya ha hablado sobre ellas y, entre otras cosas, acerca de la conveniencia de que el ayuntamiento se planteara una ayuda “oficial” que las promocionara en el concurso, o en torno al sufrido problema que es calificar su habla andaluza, mejor me olvido un poquito de todo esto. Me quedo con la imagen de un pueblo, cercano al mío aunque más pequeño, que tiene más tiendas, gente en la plaza, bares con tapitas y, en fin, buena gente de verdad en cualquier rincón. El jueves estuve allí por cuestiones ajenas al caso, y miren vuestras mercedes que en torno a las nueve y media de la noche notamos que extrañamente las calles se quedaban vacías. Ni que decir tiene que al llegar a casa me di cuenta de lo que se avecinaba. La gran final del concurso. Pese a todo lo expuesto arriba, como cuestiones que atañen a nuestra idiosincrasia andaluza, o el escaso favor que siendo palaciegas podría pensarse que hacen a su pueblo, resulta que la inmensa mayoría las apoya y las quiere. Y no diré que yo también. Reconozco que en otras ediciones del Gran Hermano a fuerza de zapeos y casualidades me he ido quedando con la cara del personal. En la de este año, afirmo a gritos que no conocía más que a Amor (y quién no) y a las rubitas. Por eso creo que, bien mirado, el escaso mérito que tiene su segundo puesto en programa tan zafio no hace sino reconocer, al menos en parte, que las chiquillas tienen cierta gracia. Que sí, que tienen su gracia. Lástima que hoy día el carisma y la capacidad de asombro social no vayan más allá de palabras mal pronunciadas, expresiones como “yo no utilizo el cerebro para pensar” o cosas así.

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