jueves, 3 de julio de 2008

NARRACIONES EXTRAÑAS DE VERANO

En el Chic se produce cada verano un fenómeno tan extraño como repetido, una suerte de secuencia regular que ha significado muy poco esfuerzo para la comunidad científica, que ha resuelto en un pis pas el caso. Si el curioso lector (en el caso de que siga por aquí en estas fechas de asueto) quiere comprobar el prodigio, no tiene más que darse una vueltecita por El Llano. Allí se encontrará con ese maestro de ceremonias que se llama Álvaro. Roza la cincuentena, pero es más joven que cualquier hijo de vecino que usted conozca. El susodicho, que aparte de su vestimenta corrobora su verdadera identidad cada vez que abre la boca, tiene el irrenunciable poder de detener el tiempo. El secreto quizás esté en las luces de neón de la puerta, o posiblemente en la vieja madera de la barra o el zócalo del diminuto bar. Tal vez, los antiguos y desusados armaritos con cerradura para guardar botellas de licor personalizadas tengan mucho que decir. Lo que resulta incuestionable es que en ese veranito, aunque cambien periódicamente las caras, todo el mundo tiene siempre la misma edad. Será porque las fotos de sus amigos (entre los que se encuentran su hijo putativo, primos por doquier y ahijados, como los chicos de la Banda de Valme) se encuentran en cada rincón del recinto. Seguro que las estampitas de las Vírgenes y Cristos que adornan las vitrinas ayudan lo suyo. Es curioso. En diez y pico de años que frecuento este santo lugar, los parroquianos han ido desapareciendo conforme han sumado julios y agostos al grito de “Envío” o “Te pido seis, macaco”. La cosa está que esta noche, o mañana, podrá usted escuchar los mismos sortilegios en el famoso torneo de rentoy, por mucho que los protagonistas de ayer (¿dónde estarán ahora?) hayan desaparecido. El verdadero espíritu del Chic radica en la permanencia de un modelo adolescente que se te impregna en la ropa como el sudor de los días sin aire o el humo del tabaco. Ya les digo que los científicos de medio mundo están de acuerdo. No iba a ser para menos. Si usted tiene intención de volver a los dieciocho años toda la vida, si tiene esta misma tarde el capricho de reír a carcajadas como si nada, si prefiere pasar la noche hasta la madrugada mientras los vecinos intentan dormir a la voz de “Mataperros campeón”, pásense por el inigualable Chic. Álvaro (el del Chic) les estará esperando con los brazos abiertos.

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