viernes, 12 de septiembre de 2008

HÉROES DE HOY


Tiene el género humano una condición que le diferencia del resto de animales de nuestra especie. Se trata de una permanente inquietud por aventajar al contrario en cualquiera de las tareas tan tediosas que nos asaltan cotidianamente. Salir ganador de las mismas parece convertir en seres superiores a unos individuos sobre otros, ignorantes de las cosas buenas que tiene la vida. El valor de salir ufano en estas situaciones es ínfimo, mas no así la alta satisfacción personal que un hijo de vecino alcanza cuando logra, por ejemplo, que la operaria del banco le acepte el cobro en ventanilla del impuesto del ayuntamiento, ése que sólo se cobra de 9 a 11 de la mañana, y ya son las dos menos cuarto. El ínclito que compite con el vendedor de una tienda en un periodo que no es de rebajas cree, feliz, que los negocios son su fuerte. No en vano le ha regateado al dependiente un par de euros sólo porque no se quedaba callado. Claro está, en el ánimo mortal la paciencia no enriquece, entorpece. Por eso, la mejor opción para saltarse la cola en una peluquería es cacarear la urgencia de una boda repentina; poco menos podremos hacer si alguien te lo pide. En una agencia de seguros, de cuyo nombre no quiero acordarme, es más fácil interrumpir levantando la voz por encima de la mesa de atención al cliente que aguardar en la zona de espera. Los más espabilados lo hacen por teléfono, que para eso está, para interrumpir a quien ya logró su turno. En estos días de absolución imposible, se lleva mucho vacilar sin tapujos a la sudamericanita que no deja dormir la siesta con sus mega ofertas de internet para toda la familia. La pobre no tiene culpa de nada, pero qué más da. Contestarle impertinencias o bromitas de dudoso gusto ya circulan en Youtube para regocijo de cómplices o amigos. Tiempos de simpática picaresca, como adelantar la marcha en un semáforo en ámbar o cuando un peatón se acerca a su paso preferente. No olvide, ya que hablamos de coches, incluir otras rozaduras anteriores en el último siniestro: para eso pagamos a la aseguradora. Como decía Lope de Vega en su conocido soneto Desmayarse “Quien lo probó lo sabe”. La señora que, corriendo cual galgo de don Quijote, me quitó el otro día el último velador que quedaba en la terraza del bar de la esquina saboreó sus tapitas con su orgullo por las nubes.

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