domingo, 1 de marzo de 2009

AIRES DE CUARESMA


Aunque para asuntos de esta índoles está el exitoso blog de Mele (www.doshermanascofrade.blogspot.com), no puedo evitar pasar la ocasión. Con motivo de un Bautizo feliz en Santa María Magdalena, he tenido tiempo suficiente para admirar las devociones marianas de la parroquia, ahora que la Cuaresma anuncia lo que vendrá sin más demora. De todas, me ha sorprendido el paso hacia adelante (mirando hacia atrás, pasado perfecto) que la hermandad del Santo Entierro imprime a la imagen de Nuestra Señora de la Soledad. La foto está ahí y comentarios huelgan. Con todo, no más que verla he recordado el famosísimo soneto XXIII de Garcilaso. Ver a la Señora del Sábado Santo recogida sobre sus ropajes, mostrando su rostro sereno mientras aprisiona contra su pecho la Corona de Espinas me ha sobrecogido. No solemos ver a las Vírgenes nazarenas con la inconfundible figura humana (fíjense en la anatomía marcada en sus hombros, incluso brazos…) Pero volviendo a siglos atrás, ver a la Soledad arropada con su manto azul me ha traído a la memoria los versos “Por el hermoso cuello blanco, enhiesto,/ el viento mueve, esparce y desordena”. La atrevida composición practicada a la imagen radica precisamente ahí. Parece a los ojos del espectador que una agitada brisa inquieta a la Virgen, que siente el rubor de un aire repentino capaz de moverle la simetría de su manto (fíjense en la parte de abajo a la izquierda) o la plástica sacudida resultante en el paño de la Verónica. El resultado es conmovedor. Tal delicadeza en la forma parece cumplir la intención de sus vestidores. Cuando cada vez es más difícil sorprender, más manifiesto debe ser nuestro regocijo.

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