miércoles, 1 de septiembre de 2010

VUELTA A EMPEZAR


He pasado un buen rato echando un vistazo a la pequeña historia que he hilvanado sin darme cuenta en este singular Hoy es siempre todavía. Me he leído a mí mismo, ya ven qué tontería, y he de decir que en algún caso me ha sorprendido lo que aquí he ido dejando por escrito. En este blog he crecido a ratos y empequeñecido por momentos; en él he reído, he compartido palabras, me he emocionado y me he sentido acompañado. Hoy he estado leyendo varios meses atrás, ya les decía. Me asombra enormemente comprobar que aun manifestándome torpe en ciertos temas, la gente se da un paseo por aquí y deja un reguero de palabras que, sin saberlo, me hacen bien. Me he tomado la libertad de abandonarme en estas semanas. Me he reconocido desgastado y repetitivo: ¿por qué seguir añadiendo ideas que ya he dicho antes? Aun así, he visitado cada día mi propio espacio, como si adivinara una nueva entrada que surgiera conforme yo mirara la cabecera en la que la anciana pasea y el niño juega con el triciclo. Me he dado cuenta, en fin, que pese a mi ausencia, el blog sigue vivo: así lo manifiesta el marcador de la derecha. Callarme sin más no podría, hablo más bien poco diariamente y es por aquí donde a ratos me he sentido más libre, humano. Por eso, y confiando en la leyenda que el otro día puse, furtivo, cuando alguien me preguntaba por un artículo, repito hoy y ahora. ¡Vuelvo en septiembre! Me doy cuenta de una cosa. En muchas ocasiones suelo escribir siguiendo dos entusiasmos radicales: bien una inspiración repentina que me hace explicarme al momento, bien cuando me encuentro mal anímicamente. Deseo guardar para mí cuál de los dos conceptos me mueve ahora, pero me basta con decirles a ustedes que, si así lo tienen a bien, vuelvo por aquí como de costumbre. Y es más: como los firmes deseos son mejores intenciones, me propongo un reto. Treinta días, treinta entradas. Comencemos septiembre como un sábado por la mañana. Nos vemos.