domingo, 11 de mayo de 2008

APUESTO POR LA AUTOEMASCULACIÓN


Al calor de las viñetas de Mingote, y aun declarándome seguidor del fútbol, nunca he entendido la artificiosa efervescencia que provoca en el ánimo de los aficionados el hecho de que su equipo gane un título o se clasifique para otra competición. Que personas de cualquier edad se reúnan para festejar lo que sea me parece un claro síntoma de felicidad que hay que disfrutar, pero cuando ésta se convierte en un acto indisciplinado que afecta a los que no la comparten, eso es vandalismo. Claro que, hoy en día, lo que ocurre en un campo de fútbol o en un colegio (léase insultos a tu madre, lanzamientos de cualquier objeto o mal uso y deterioro de los espacios) no suele tener consecuencias penales. Lo peor del caso es cuando la autoridades, que velan por la civis y los ciudadanos, protegen, alientan o miran para otro lado cuando estas faltas continuas se hacen de manera repetida, esgrimiendo aquello de la tradición. Allá por 1782, al monarca Carlos III se le caían las lágrimas cuando admiraba asombrado la fuente de la Madre Cibeles, que lo es y será de todos los dioses del Olimpo según la leyenda asiática. Montada sobre su trono y tirada por dos leones, porta en su mano derecha un cetro de reina, y en la izquierda la llave de su poder sobre las demás deidades. Nunca se imaginó el hombre ilustrado de ese mal entendido siglo XVIII que el monumento sería ultrajado por Pirris, Santillanas o Raúles en pleno siglo XX. Ataviada con banderas, bufandas merengues y besitos del capitán del Real Madrid, bien querría la diosa un mejor sacrificio. Según el mito, el pastor Atis se capó por ella en señal de amor. Eso sí es un símbolo de gratitud.

1 comentario:

J10 dijo...

Yo tampoco soporto que me corten las calles o la rotonda cuando gana el Sevilla o el Betis (bueno, éste menos, últimamente...) y centenar y medio de borregos se encaraman a la primera farola que ven para alegrarse por los dineros del club... Lo mismo podríamos decir, o podrían decir algunos al menos, de los capillitas durante la semana clave de la pasión. Pero es que en una democracia como esta, todo quisqui tiene derecho a su día (o su semana) de jolgorio a costa del bien común y de los espacios urbanos... En cuanto a los políticos, les va la marcha de las mayorías. Yo por eso desconfío tanto de ellos y no me merecen credibilidad alguna cuando hablan, qué quieres que te diga