martes, 3 de junio de 2008

JUEGOS EN LA SOMBRA


He comenzado la lectura esperada de El juego del Ángel, y he de reconocer que, desde el principio, la obra consigue atrapar al lector gracias a la amplia metáfora que para Zafón es la oración simple o compuesta.

" …Un horizonte apuñalado por centenares de chimeneas que tejían el perpetuo crepúsculo de escarlata y negro sobre Barcelona…”

Cierto es que El Juego… no comienza con la fuerza arrolladora que el best seller en el que se ha convertido La sombra del viento. Tal vez, el primer capítulo no tiene tanto de melancólico y evocador como el arranque brutal de Sempere y su hijo Daniel, camino del Cementerio de los Libros Olvidados. Con todo, salvada la escena más o menos previsible ya del jefe grotesco y típico de una empresa mediana (un periódico venido a menos, para más señas), en El Juego... se va tejiendo la historia (atención al verbo 'tejer', que tanto juego le da a Zafón en la primera parte de la obra) con maestría. El protagonista, David Martín, se las verá con esa fuerza misteriosa, oscura y tenebrosa, que maneja a su antojo la Barcelona de los años 20. Una fuerza que se rodea de tinieblas y de penumbra. Así, como el escenario, los personajes y los hechos narrados se confunden en un destino incierto, abrazados al poder mágico de los libros, el primer romance, la tragedia, el dolor.
No dejaré pasar la oportunidad para, aparte de recomendar la lectura de El Juego..., poner de manifiesto un detalle dentro de la primera mitad del libro, que me sorprendió. Conociendo a Carlos Ruiz Zafón, sus métodos, planteamientos y revisiones (curiosamente, autor y protagonista tienen el obsesivo mismo método de creación), me resulta chocante que en las primeras 60 páginas de El Juego... aparezca un sensible error. Al principio, el personaje principal responde al nombre de David, mientras que poco más adelante, dice llamarse Daniel cuando le entregan un paquete de Correos. No me vale, como se ha leído, que David Martín y Daniel Sempere no sean sino dos entes tan parecidos, que el mismo autor los yuxtapone.

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