jueves, 26 de junio de 2008

HOY MI DEBER


Hoy mi deber era
cantarle a la patria
alzar la bandera,
sumarme a la plaza...


Yo sé que es un tema menor respecto otros que nos ocupan en la realidad cotidiana. Que la dificultad de la crisis y el desgobierno general continuará, e incluso se endurecerán las cosas de aquí a nada. He leído, con juicio, que el acontecimiento que protagoniza ahora la selección española se aprovecha bien desde las altas esferas para correr una buena cortina de humo. Mejor, en fin, aprovechar la coyuntura para mirar a otro lado. Pero algo tiene el fútbol que es capaz de dar a la sociedad (bueno, a casi toda) un gran motivo para ponerse de acuerdo en algo. Entiendo que es pasajera esta felicidad, pero cuando es compartida por la gran mayoría, uno se pone orgulloso, se le saltan las lágrimas y espera, ilusionadamente, que todo puede ser posible. Qué quieren que les diga. Estos ánimos tan exaltados, que suelen ser inversamente proporcionales al patrimonio público (fuentes, jardines, papeleras o monumentos) me parecen históricos. Qué más da si es por un baloncito. Todo el país en la calle gritando ¡España!, o tocando el claxon hasta las tantas, merece la pena hoy. Es ésta una historia que se forja en un juego insignificante, aunque provisto de algo misterioso que hace a la gente darse abrazos y muestras de cariño afines. Por eso, y porque España hoy parece no ser una entelequia, sino más bien una nación entregada, merece la pena un poco de jolgorio. Me encanta saber que banderas españolas ondean ahora mismo por todos los rincones. Para estar contentos hace falta lo indispensable. Un fenómeno más para dar carpetazo a problemas que mañana (o pasado) seguro volverán. No queda tan lejos 1984, cuando con nueve añitos mal cumplidos, este tonto melancólico (acierto al menos al cincuenta por ciento) no creía posible que a Arconada se le colara el balón entre las manos. Así que, aunque estoy en casa acalorado por la noche (casi) más larga, imagínense que ando por Los Jardines dando saltos y gritando como un loco. Un día es un día.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Acabo de llegar de dar un paseo (en mala hora se me ocurrió) y aun no se me a quirtado la senssación del susto. El personal con el torso desnudo vociferando, los coches como si las calles fueran un circuito (para dar acelerones no está el carburante caro, ¿no?) jugandose el pellejo y poniendo en peligro a los que no tienen nada que ver con la fiesta...
Pienso que, en estas ocasiones, el fútbol es sólo una excusa para hacer el golfo y para pasearte con nuestra (¡ainss...!) bandera sin que te tachen de fascistoide.
Está claro cuale son los problemas que realmente nos preocupan.

Fae dijo...

Llevas toda la razón, Chicuelo. Ya sabes que opino exactamente lo mismo que tú respecto a estos vándalos. Cuando escribí la entrada ya sabía en el jardín en el que me metía. Otras veces he criticado con gusto tanta locura. Por esta vez, he tratado de reflexionar (no sé si con mucho acierto) acerca de lo poquito que hace falta para ser un poco más feliz (mucha gente a la que no le gusta el fútbol, o lo odia, está muy contenta hoy). Además, aunque sólo sea por un asunto baladí, no está de más que se grite ¡España! sin temor a cuestiones diversas o prejuicios políticos.