martes, 1 de abril de 2008

MÁS SOBRE CATALUÑA

Se trata de la segunda colaboración en este blog. Mi amigo Juan José Domínguez, al hilo de la entrada CALABAZAS sobre la realidad social en Cataluña, comparte sus experiencias con todos nosotros. Me ha parecido su lectura muy enriquecedora.

Amigo Rafael:
He leído en tu blog el comentario que haces sobre un asunto catalán. Te paso mi experiencia personal y haz de ella el uso que mejor consideres. En los últimos diez meses he ido por allí seis veces con un total de 37 días por las cinco provincias (en Andorra el catalán es lengua oficial e impera la cultura catalana, por ejemplo, apellidos de estirpe lierdense, cava, hay una rambla en la capital, ron Pujol, las calles son “carrier” y el Ayuntamiento “Ajuntament”, hay fuet hasta en el desayuno…). Dentro de unos días me voy otra vez p´allá y, como poco, volveré allí en junio. Puedo asegurar que las vivencias acumuladas superan con creces las que podríamos ver como razonables en relación con el tiempo realmente allí vivido.
Pues bien, unas pinceladas.
Una buena amiga, Montserrat Iglesias, es sobrina de un fraile franciscano que murió en Jerusalén en los años cincuenta (del siglo XX) y en Getsemaní está enterrado. Una noche, esta mujer me contaba, y no paraba, cosas de su tío. De repente se dio cuenta que me hablaba mirando al cielo, como si no se dirigiera a mí. Pidió disculpas y me dijo con acento “copiado” de cualquier Casals o Boixarrals: “es que intento traducir para hablarte en castellano”. Estaba haciendo un esfuerzo para que yo la entendiera. Mi amiga Montserrat es muy española.
Una noche, octubre ppdo., me presentaron al Presidente de la Unión de Agrupaciones de Semana Santa de las seis Diócesis catalanas, algo así como la primera autoridad seglar del mundo cofrade catalán. Manolo, el bueno de Manolo Zamora, es de Alcaudete, o sea, andaluz, pero ¡más catalán…!
Mi amiga María José vive en Salou y es de Lleida. Una gran señora, buenísima gente, educada, cariñosa… Su marido, José María, es de un pueblo de Córdoba (siempre miró hacia otro lado antes de decirme cual; es más, sé que es cordobés por su mujer). Con ambos compartí quince días en 2006 en Mazarrón, Murcia. Este tipo de matrimonio se da mucho y con características similares: la catalana se universaliza y el charnego parece avergonzarse de serlo y se refugio en su neocatalanismo.
Hay una importantísima sede cofrade en Badalona y allá que va el andaluz catalanizado de turno enseñando lo mejor del pueblo: que si un gran yacimiento romano (sin importancia, ni catalogado); que si el puerto pesquero histórico (ni es puerto y, ni mucho menos, tiene historia); que si esta casa es de un discípulo de Gaudí (sería el discípulo de un cuñado de un discípulo). Pero he aquí que se pasa por la fábrica que pasea el nombre del pueblo por todas partes y si no se pregunta nadie dice nada. Es la bodega de “Anís del Mono” cuya etiqueta archiconocida y popular está presidida por el nombre “Badalona”. No tiene importancia, pero no de siempre sino desde ahora, desde unos años atrás; no han digerido que una empresa andaluza, los Osborne de El Puerto, sean los dueños.
En El Serrallo, barrio clásico pesquero de la más rancia Tarragona se sabe, en el mismo edificio de la lonja del pescado, que las mejores sardinitas son las bilbaínas, el mejor langostino el de Vinaroz, el mejor choco (dicen que el choco no existe, que es la sepia grande) es de la costa alicantina. O sea, los espetos de Málaga, los “tigres” de Sanlúcar y el choquito de Huelva, ná de ná. Dice mi amigo Antoni, de Reus, en descargo de sus teorías, que bueno, vale, que todos los grandes productos tienen algún sucedáneo.
En Fraga, pueblo de Huesca, se habla catalán. Dicen que aquello es “La Franja”, una zona de Aragón que siempre fue atendida por la cercana Catalunya. Por ejemplo, los especialistas médicos y el hospital más cercano están en Lleida. Dicen y se reafirman sentirse asombrados por la polémica de unos valiosos objetos histórico-artísticos de la Diócesis de Huesca-Monzón que está en el Museo Diocesano de Lleida; los propietarios originales/territoriales de esos objetos dicen que son de su tierra, de Catalunya. Eso de estar en la provincia de Huesca es un accidente.
El Arzobispo de Tarragona conlleva en su tratamiento el de “Metropolitano i Primado de Catalunya”. Cuando se configuró la Iglesia en Cataluña aún no existía la sede de Toledo, en poder musulmán, por lo que el Primado de Cataluña lo es también del Estado español.
En octubre ppdo., don Jaume Pujol, Arzobispo de Tarragona (tengo la obligación moral de hablar bien de él porque cada vez que voy me regala vino) no pudo clausurar un importante evento en su ciudad-sede porque estaba en Roma “en visita a Su Santidad de la Conferencia Episcopal de Cataluña”. La Iglesia nunca ha desautorizado tal denominación.
Uno de los lugares más emblemáticos de Barcelona es la gran basílica del Sagrado Corazón, en el Tibidabo. La tienda de recuerdos la regenta una señora de Córdoba, el control de visitas y venta de entradas lo hace un señor de Estepa, los tres guías son manchegos… los curas (sus nombres están en los confesionarios) son Guixols, Tarradells, Boixarans… el rector del santo lugar tiene tratamiento de Mosén y su apellido se escapa a mi capacidad de recordar-reproducir. No se por qué, allí, las dos veces que he estado en los últimos cuarenta días, he revivido una sensación de Jerusalén donde los hoteles son de dueños judíos y el servicio palestino; o París, donde el metro es francés y las limpiadoras tunecinas.

En catalán “pis” significa piso, planta. Si en un hotel llegas a la segunda y a la vista del cartelito “Segundo pis” haces la broma de cómo vas a hacer el segundo pipí si no has hecho el primero: nadie sabe cómo se enteran, pero el servicio ya no será el servicio, sino el enemigo, y uno ya no es el cliente sino el otro enemigo. Sucedido en el hotel-hospedería de peregrinos en Montserrat.
En las misas se lee el Evangelio (en catalán, naturalmente; también las hay en castellanos y se anuncian; pocas, pero hay) y seguidamente la homilía que, traducido, empieza con algo así como: “nos dice San Marco en su Evangelio de hoy…” y en tres minutos todo explicado. Pero no acaba ahí, el sacerdote sigue con estas palabras (la traducción no es literal pero sí correcta) “Lo que el Señor nos dice en el Evangelio de hoy, traducido a nuestra realidad política y social….” Y ahí empieza una homilía-proclama de un cuarto de hora. ¿Que ese proceder es algo característico de algún lugar concreto? (Se puede pensar en Montserrat por su idiosincrasia y comportamiento secular). Pues no, vivido en febrero en tres lugares distintos de tres diócesis diferentes (Tarragona, Barcelona y Solsona).
En el Monasterio de Poblet explican que como los musulmanes fueron expulsados de aquellas tierras muy pronto, aquello fue cristiano antes que cualquier otro sitio y como los cristianos viejos y los moros conversos no tenían preparación es por lo que empezaron a llegar benedictinos de Francia e implantaron su cultura y sus grandes y novedosos conocimientos (por ejemplo, cultivo de la vid, tratamiento del vino en cavernas, perdón, en cavas, fabricación de chocolate…); en el siglo XIII Catalunya era un pueblo muy avanzado y ¡claro! como por otros sitios los moros estuvieron mucho más tiempo, se tomó una gran ventaja (todo queda dicho de forma que aparece palpable el hecho de que la ventaja persiste). El visitante de alguno de esos “otros sitios” puede caer en la tentación de recordar que Sevilla fue cristiana en 1248 pero ¿y si me dan el almuerzo?. Tengamos la fiesta en paz.
Tuve la oportunidad de vivir la Diada del año pasado en un pueblo de Girona famoso por su catalanismo, Sant Feliu de Guixols. En el Ayuntamiento la bandera del pueblo y la de Europa y en el centro, mástil más alto, la senyera. Discursos en catalán, presentes más curiosos que gente del pueblo, una “gran manifestación” con banderas y tambores de ERC (los conté, iban 32) y después, en la rambla del puerto, certamen de sardanas con dos grandes orquestas que debían costar al Ajuntament una buena pasta. Después de mucho insistir por megafonía apareció un grupo y montaron el corro de la sardana. Se animaron dos grupos más. Ninguna barrantina en ninguna cabeza, ningún grupo autóctono de cobla, ningún ciudadano/ciudadana de menos de sesenta años. Pero claro, si aparecen 32 manifestantes con cuatro tambores y diez banderas (contadas) es “la muestra palpable de nuestra auténtica identidad nacional” (me lo tradujo la camarera del bar que hasta me invitó a una segunda copa de Anna de Codorniú para que, al menos, tuviese un buen recuerdo). La camarera (me llamó la atención su “acentu”) era asturiana.
Esta era mi tercera Diada en Cataluña y la segunda en Sant Feliu (la primera fue en 1981 y aquello sí era una gran fiesta de todo el mundo). Me quedo con la sensación de que se trata de un pueblo que no se da cuenta de su lenta y paulatina degradación.
La Historia dirá.
Juan José Domínguez González

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