viernes, 30 de enero de 2009

GENTE DE ALTURA


Me cae bien Pau Gasol. Sencillamente. A lo largo de estos años le he ido cogiendo cierta simpatía, pese a que no me hacen nada de gracia los jugadores del FC Barcelona por lo general. Cuando se fue a la NBA, confieso que pensé que estaría de vuelta en un cuarto de hora, máxime cuando vi su primer partido con los americanos. Cuánto ha cambiado mi opinión sobre él tras este tiempo. Me parece que es uno de esos tipos que hacen libremente lo que siempre quisieron ser de pequeños. Jugar, sin más, y ganar dinerito por ello. La mayoría de deportistas, por eso mismo, no son más que cuerpos adultos presos en la mente de niños malcriados y consentidos. Les sobra de todo. A Pau, no. Ofrece lo mejor de sí en cada partido. Esfuerzo, superación y sana ambición son adjetivos que bien podríamos adjudicarle sanamente. Pero hay algo más. Se sabe objeto de todas las miradas, y no solamente las que disponen modas (un reloj, por ejemplo) u otras marcas publicitarias. El catalán de Sant Boi no ha dudado jamás su condición de español por el mundo. De Cataluña, sí, aunque español. ¿Recuerdan aquel anuncio de Nike en el que hablaba de su patria? Le trajo algún disgusto por la crítica de la Esquerra. En este tiempo crispado de nacionalismos y particiones, en los que los separatistas aprovechan la mínima oportunidad pública para hacer propaganda, buenos son también estos otros tipos que crean tendencia. No se avergüenza de ser español, de jugar con la selección a toda costa. Con un par de tíos más como él, el deporte serviría quizás para algo más que pasar un buen rato. Pero no mezclemos política con lo que no lo es. Sólo miremos con atención a aquéllos que no aprenden enseguida lo horrible, porque hallar lo más hermoso nos cuesta la vida.

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