miércoles, 21 de enero de 2009

PALABRAS PARA UNA CALLE


Hace tiempo que lo comenté con ciertos alumnos, a los que intentaba con relativo éxito inculcar el valor de cada palabra, su correcto uso, el dominio de todo tipo de categorías gramaticales. Resulta curioso, pero buena parte de nuestra población escolar no sabe distinguir un verbo de un sustantivo, un adjetivo de un adverbio… Cierto día me atreví a sugerir a la audiencia que se fijara en el nombre de las calles de su pueblo. Algunas eran de autores famosos (“Mira maestro, Rafael Alberti, como el nombre de mi calle”). Les dije que también, en menor medida, el nomenclator se servía de títulos o personajes de obras literarias, de lugares comunes u otras personalidades de la historia. Por eso, reflexioné, no entendía por qué no hay todavía ningún tipo de reconocimiento al lenguaje en nuestro espacio urbano. Y con cierta guasa, les pregunté qué les parecía decir “Vivo en la calle del Sustantivo”, o “Mi tío tiene una plaza de garaje en la plaza del Predicado Verbal”. En fin. No caló la propuesta entonces entre mi adolescente concurrencia… Y han pasado varios años. En la noche de ayer estuve cotejando en la página web del ayuntamiento el nombre de la calles de Dos Hermanas, por razones que carecen ahora de importancia. Ni se imaginan ustedes la cantidad de calles con nombres extraños, ridículos o de relleno que aparecen ahí. Y no es sólo cosa nazarena. Echar un vistazo a los de Sevilla capital, por ejemplo, sonrojaría a más de uno. Nombres de los reyes godos, una barriada entera: Recaredo, Liuva II, Sisebuto o Sisenando. Compiten con ellos los autóctonos Picolimón, Hojiblanca o Zorzaleña. Los hay comunes: Acero, Aire, Agua… Y no pasa nada. Vivir en la calle Boyaca, Estornino o Cabañeros debe generar más de un comentario de dudoso gusto. Por eso, y porque nuestra condición humana nos diferencia del resto de seres gracias a nuestra capacidad de comunicarnos en cualquier registro, creo firmemente que ha llegado hora de dejar constancia. Es el momento de dar un rotundo sí a nuestro lenguaje articulado. El Sustantivo, el adjetivo, al adverbio, los mismísimos pronombres (¡qué alegría más alta vivir en ellos!) deben tener ya su merecido homenaje con un rótulo bien parecido. Como aparece en el Génesis, no debemos olvidar que al principio era el Verbo. Qué otra justificación cabe. Quizás, en un futuro no muy lejano, podamos decir sin tapujos: “Vaya tela la chavala que conocí ayer en el Pub Verbo Copulativo”, o “Nos vemos en media hora en la Preposición, pero hoy pagas tú el café…” Ya veremos, ya.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno Fae, espero que te vayas recuperando de tu lesión para salir a correr por el parque del complemento directo.(jajaja!!!).

Buena idea.

Voy a comentar mi experiencia con respecto al nombre de las calles de mi barrio, pues que
todas son nombres de capitales de Estados de Amercia del Sur: Santiago de Chile, Habana, Panamá, Managua, Buenos Aires, Montevideo, etc.
El aquí presente, con estos nombres y tan pequeño, supe vincularlos a sus respectivos paises, con ello me ayuda a aumentar mis conocimientos de geografía.

De esta forma con un mapita en la mano y con los nombres de estas calles, he sabido que por ejemplo Buenos Aires es la capital de Argentina, que La Habana es la de Cuba (hoy conocidísima marca de ron), Rio de Janeiro de Brasil, etc. etc. etc.

Saludos.

J10 dijo...

No es el Génesis, sino el Evangelio de San Juan el que comienza haciendo referencia ese Verbum (palabra, en latín) que es Dios mismo que habla para convertirse en Carne, es decir, Cristo que habita en el mundo durante 33 años (?).

Pues sí, sería un lujazo vivir en la calle Verbo, es un decir, o Determinante... "Vivo en una calle Determinante, así que cuidadín...", diría yo con guasa, jajaja