sábado, 31 de enero de 2009

VOYAGE, VOYAGE


Estoy escuchando aquel super éxito de la década de los 80. Ése que cantaba una rubita de pelo corto, Voyage, Voyage. Repetir esa pegadiza melodía me transporta directamente a ese momento crucial que es el paso de nuestra etapa infantil a la preadolescente. Qué miedo, de verdad. Y es que, como el perro de Paulov, hay imágenes o sonidos que son capaces de despertar verdaderos estímulos en un solo segundo. Así, me estoy viendo con el pelo largo, adormecido por el calor del mes de agosto, aburrido al final de la tarde, sin nadie con quien jugar porque todos los niños de la calle, un año mayores que yo, se iban a Los Jardines a tontear con las chavalitas. Y uno, que por aquel entonces no las quería ver ni en pintura, veía sumamente ridículo estar sentado sin más en un banco de la plaza, pasando la tarde entre exageraciones y embustes. El Llano estaba vacío, todos los de costumbre reunidos para jugar al fútbol, pero nadie quería ya. Incomprensible. Mi madre, que se reía cuando me veía cada tarde vuelta a mi casa, sólo un cuarto de hora poco después de salir, me decía que "andara" yo igual que ellos, que volara. Bah. Tonterías… Justamente pasó un año, aquel verano en el que todo cambió. Contribuyeron a ello nuevas amistades, femeninas, ya ven, que me hicieron ser más feliz que cuando pegábamos patadas a las naranjitas verdes de los árboles, o los redondísimos cinco duros para los futbolines de Delfín. Voyage, Voyage / Au dessus des vieux volcans /Glissant des ailes sous les tapis du vent / Voyage, voyage / Éternellement. O lo que es lo mismo, Viaja, viaja por encima de los volcanes, viaja, deslizando tus alas bajo las alfombras del viento... Ya saben a lo que me refiero. Esa libertad que tanto miedo nos da cuando todo está por hacer, esa melancolía nostálgica cuando miro atrás, es esta canción cada vez que suena en mi Winamp.

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